domingo, 30 de marzo de 2014

Ridley Scott: Black Rain, violencia con estilo y Las mejores películas de Bruce Willis

Cinematográfica

Que opina usted? Ridley Scott: Black Rain, violencia con estilo - 28/02/2014 4:00:13

" Como ya sucediera con los dos filmes que le colocaron en una posición que aún hoy nos obstinamos a que siga manteniendo a pesar de lo mucho que su trayectoria habla en contra de tales deseos, lo cómodo que Ridley Scott se había encontrado en los terrenos del thriller a los que se adscribía aunque ya vimos con qué entidad "La sombra del testigo" ("Someone to Watch Over Me", 1987) fue lo que llevó al cineasta británico a aceptar ponerse al frente de este filme de encargo que, con guión ya cerrado había sido rechazado en última instancia por Paul Verhoeven.
"Black Rain" (id, 1989) se convertía así en el sexto título de la filmografía de Scott y, en comparación con su inmediato predecesor, supone una cierta recuperación de formas que, no obstante, siguen sin ser capaces de rescatar ni el nervio narrativo ni el pleno talante estético que sus dos mejores cintas habían ostentado, por más que en la que hoy nos ocupa, gran parte de la acción se desarrolle en una Osaka que no oculta sus tremendas similitudes con esa Los Ángeles futurista que habíamos visto siete años antes en "Blade Runner" (id, 1982).
De puntos débiles…

Comparaciones a parte, resulta curioso que a la hora de elegir sus proyectos, Scott siga inclinándose por producciones en las que los protagonistas quedan enmarcados sin ningún tipo de rubor en los arquetipos más sonrojantes, llámense éstos aquellos que, en el caso del presente filme, atañen a los "buenos", interpretados por Michael Douglas, Andy García y Ken Takakura que ya interviniera en ese filme al que "Black Rain" le debe tanto que es el "Yakuza" de Sidney Pollack, o el que corresponde al villano de la función encarnado por Yutsaku Matsuda, un yakuza histriónico, chulesco y psicópata que entronca muy bien con el perfil de los villanos caricaturescos que casi siempre han poblado los filmes de Scott.
Y cuidado, que con esa descripción no quiero menospreciar lo que las némesis de los protagonistas de las cintas del británico ponen en juego en sus respectivas intervenciones algunas memorables sino más bien volver a señalar que, con los intereses del cineasta fijados en los aspectos puramente estéticos del séptimo arte la importancia que Scott reserva a sus personajes es prácticamente inexistente, descansando el mejor o peor funcionamiento de los mismos en las interpretaciones de los actores y en lo que el guión pueda desarrollar.
Tanto es así que el Nick Conklin que Michael Douglas interpreta en "Black Rain", y cuya situación personal y profesional se dibuja con unos trazos mínimos, se aparta muy poco del prototipo de policía de vuelta de todo que en los años ochenta podíamos ver mucho mejor definido en las pieles de Bruce Willis o Mel Gibson, careciendo el que aquí da vida Douglas de la precisa definición que sí podíamos encontrar en John McClane o Martin Riggs sin que, no obstante, ello redunde de forma negativa en un personaje con el que, gracias al buen hacer del actor, resulta fácil simpatizar.
Lo mismo pasa con García y Takakura, dos personajes de aún más parco desarrollo lo de García es de risa que, sin embargo, son objeto de una mirada más cálida de la que Scott suele arrojar sobre sus protagonistas, algo que no sucede ni con Sato ni con esa mujer escaparate a la que da vida Kate Capshaw, un personaje éste que se podría haber eliminado perfectamente del argumento sin que la cinta hubiera sufrido ni un ápice en su funcionalidad.
…y fortalezas

De todas formas, y sabiendo que al acercarnos a un filme del realizador que es objeto de este especial uno no puede pedir mucha profusión en los personajes, donde "Black Rain" no decepciona es en una configuración visual con la que, no cabe duda y como decíamos más arriba Scott intenta acercar posturas para con "Blade Runner", no siendo difícil apreciar en esos neones, en esas humaredas y en esas calles mojadas por la lluvia y fotografiadas de noche las diversas herencias del filme de ciencia-ficción protagonizado por Harrison Ford.
Además, resulta también estimable, aunque habría que preguntarse hasta que punto es un homenaje y no una solución estética más de entre la diversidad que muestra el metraje, el acercamiento en ciertos puntos de la narración al género estadounidense por excelencia; un western que se deja ver de forma temprana en ese casual desenfunde que Andy García hace de su arma en la escena del restaurante y que alcanza su paroxismo en la secuencia de éste y las motos, una escena fundamental en el devenir de la acción en la que quizás se abuse de la cámara lenta pero a la que es difícil cuestionarle su gran efectividad.
Abrazando pues de nuevo la faceta más esteta de su trabajo, Ridley Scott consigue con "Black Rain" huir de la mediocridad en la que había incursionado con su anterior producción, superando los muchos problemas de rodaje que se encontró por el camino casi todos relacionados con la dificultad de filmar en Japón y construyendo un filme de acción más que correcto que fue mejor apreciado en taquilla que el protagonizado por Tom Berenger y Mimi Rogers y que serviría de antesala al abrazo generalizado por parte de público y crítica que recibiría por su siguiente propuesta cinematográfica.
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Críticas a la carta | "Black Rain" de Ridley Scott
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La noticia Ridley Scott: Black Rain, violencia con estilo fue publicada originalmente en Blogdecine por Sergio Benítez.

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Información: Las mejores películas de Bruce Willis - 12/08/2013 3:16:43

" Este pasado viernes llegaba a los cines de toda España "Red 2" (id, Dean Parisot, 2013), una nueva demostración del arrollador carisma que posee Bruce Willis a la hora de elevar una película por encima de su auténtico interés gracias a su mera presencia. Sin embargo, esto no siempre es suficiente y en los últimos años casi se ha convertido en una rutina el verle en algún bodrio insoportable, pero Willis es uno de los pocos actores que sólo con aparecer en ella consigue crearme poco menos que la necesidad de ver una película que tiene toda la pinta de ser un sacacuartos indignante.
Afortunadamente para todos, Bruce Willis también se ha dejado ver en varias grandes películas a lo largo de su dilatada carrera, a veces recurriendo a su inagotable carisma y otras echando mano de unos recursos interpretativos que utiliza con menos frecuencia de la deseada. Hoy quiero centrarme en el lado más interesante de su carrera y comentaros cuáles considero que son las mejores películas protagonizadas por Bruce Willis, entre la que ya os adelanto que no se encuentra la simpática "Red 2". Vamos allá.
"Doce monos"
Creo firmemente que se abusa demasiado de la calificación de obra maestra a la hora de valorar las películas, pero esta película de Terry Gilliam es una de las pocos a las que yo considero como tal. Un apasionante y elaborado guión creado a partir de la mítica "La Jetée" (id, Chris Marker, 1962), la imaginación para la puesta en escena de su director y la precisión mostrada en esta ocasión Gilliam siempre ha tendido a la dispersión, dejándonos secuencias tan potentes como irregular era la totalidad de la obra y el soberbio trabajo de sus protagonistas, en especial de Brad Pitt y el propio Willis, la convierten en una cinta imprescindible a la que no encuentro pega alguna que me moleste lo más mínimo.
Crítica en Blogdecine:
Críticas a la carta | "12 monos"
"El protegido"
Ya os hablé de "El protegido" ("Unbreakable",M. Night Shyamalan, 2000) cuando os comenté cinco secuelas que sí creo que deberían hacerse, por lo que, para no repetirme demasiado, me limitaré a alabar la minuciosa forma de su director para proponernos un relato de superhéroes sin que seamos conscientes de ello hasta muy avanzada la película a la par que vuelve a deleitarnos con su innegable talento para la puesta en escena de algunas cintas de Shyamalan pueden decirse cosas muy malas, pero raro es encontrar algo discutible en su labor de dirección. Centrándonos en Willis, compone un personaje muy humano que engancha el interés del espectador muy pronto para no volver a soltarlo hasta que aparecen los créditos finales, agradeciéndose también sobremanera la presencia de Samuel L. Jackson.
"Sin City (Ciudad del pecado)"
Hace ya tiempo que he perdido interés en las adaptaciones que se limitan a reproducir con precisión milimétrica el material de partida, ya que no no estoy interesado en ver una traducción cinematográfica, sino un ente propio que respete el material de partida al mismo tiempo que ofrezca su propia voz. Una vez dicho esto puede sonar contradictoria la inclusión de este salto al cine de una de las famosas creaciones de Frank Miller, pero durante su visionado estoy tan obnubilado que no me importa pasar soluciones el uso de la voz en off cada dos por tres para contarnos cosas que ya estamos viendo suceder que en otros casos podrían molestarme hasta límites insospechados. Además, la historia protagonizada por Willis es mi favorita de las incluidas, por lo que más motivo para que aparezca precisamente en esta lista.
"Jungla de cristal" y "Jungla de cristal III: La venganza"
John McClane fue el personaje que, con todo merecimiento, convirtió a Bruce Willis en una estrella, y a pocos amantes del cine de acción sorprenderá el hecho de que sus mejores aventuras sean precisamente las dirigidas por John McTiernan. Sé que lo más ortodoxo sería haberme decantado únicamente por la primera, donde todo funciona como un perfecto mecanismo de relojería, pero pocas películas en mi vida me han ofrecido tanta diversión y entretenimiento como la tercera las innumerables veces que la he visto, donde quedó claro la gran química que tiene con Samuel L. Jackson ¿por qué no han trabajado juntos más veces? y lo maravilloso que es Willis dando vida a un héroe cascado y casi paródico en lugar de un superhombre sin apenas personalidad como sucedió en la horrible quinta entrega.
Críticas en Blogdecine:
John McTiernan: "Jungla de cristal"
John McTiernan: "Jungla de cristal. La venganza"
"Pulp Fiction"
Mi compañero Alberto llegó a hacer una lista en la que proponía 500 películas que él creía superiores a este segundo largometraje de Quentin Tarantino, pero yo creo que en el mejor de los casos podría llegar a enumerar 300 títulos que considero superiores a "Pulp Fiction" (1994), entre ellos al menos uno del mismo director. Es obvio que sus diálogos, que en algún caso concreto pueden haber quedado algo desfasados, son su punto fuerte, pero las historias particulares enganchan con una facilidad equiparable a lo extraordinariamente bien que funciona el conjunto, por no hablar de un reparto tan amplio como los esfuerzos de todos ellos para dar lo mejor de sí mismos o al menos hacer todo lo posible por lograrlo.
Antes de que me lluevan las piedras por haber incluido o dejado fuera determinado título, me gustaría recordaros que esto es una selección personal y participaré gustoso con todo aquel comentarista que desde el respeto quiera cuestionar alguna de mis elecciones. Como apunte innecesario pero que estoy deseando hacer, me ha dolido dejar fuera de la lista a cintas como "Moonrise Kingdom" (id, Wes Anderson, 2011), "Looper" (id, Rian Johnson, 2012), "Planet Terror" (id, Robert Rodriguez, 2007) o "El sexto sentido" ("The Sixth Sense", M. Night Shyamalan, 1999). Os toca a vosotros.

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Noticia, Peter Weir: El show de Truman, las obras maestras (I) - 14/07/2013 23:41:46

" Por más que "Sin miedo a la vida" ("Fearless", 1993) había supuesto un fracaso comercial, parece que Peter Weir quiso hacer gala de la misma ausencia de temor que demostraba el personaje de Jeff Bridges en el filme y, después de tomarse un largo descanso durante buena parte de 1993, volvió con renovadas fuerzas a la búsqueda de desafíos aun mayores que los que había afrontado con su última producción. Pero, como ya le ocurriera con anterioridad, todas las propuestas que llegaban a sus manos le parecían demasiado convencionales y predecibles.
Andrew Niccol había completado en 1991 un tratamiento de una sóla página para un thriller de ciencia ficción que había titulado inicialmente "The Malcolm Show". El potencial filme, que tendría lugar en Nueva York, giraba, en palabras de Niccol acerca del hecho de que "todo el mundo se plantea la autenticidad de sus vidas en un momento dado. Es como cuando los niños preguntan si son adoptados". Comprados los derechos por Scott Rudin en otoño de 1993 por algo más de un millón de dólares, Paramount se interesó en seguida por el proyecto, pero había un pequeño problema, la major no creía que Niccol, que por aquel entonces todavía tenía que estrenarse en la gran pantalla como realizador, fuera capaz de hacerse cargo de una producción de unos 80 millones de dólares.
Queriendo contar con un director de primera fila, la productora pagó a Niccol un dinero extra para que se "mantuviera al margen" mientras buscaban al cineasta idóneo para hacerse cargo de la filmación, un proceso que les llevó a contactar con nombres como Brian de Palma, Tim Burton, Terry Gilliam, Barry Sonnenfeld o Steven Spielberg antes de que Rudin le presentara la idea a Peter Weir por recomendación del guionista, que veía en el cineasta australiano el idóneo para poner en pie esta historia sobre un hombre cuya vida ha sido emitida en directo por un programa de televisión desde el momento que nació…sin que él lo sepa, claro está.
Esperando a Truman
Pero Weir no aceptó la propuesta de Rudin de forma inmediata debido sobre todo a la firme creencia de que no serían capaces de encontrar al actor adecuado para encarnar a tan singular personaje. Con intérpretes en mente como Tom Hanks, Tom Cruise o Brad Pitt, sería el productor del filme el que comunicaría al australiano el interés que Jim Carrey había mostrado por encarnar al personaje. Y aunque Weir sólo conocía al actor de sus papeles en "Ace Ventura, un detective diferente" ("Ace Ventura, Pet Detective", Tom Shadyac, 1991) y "La máscara" ("The Mask", Chuck Russell, 1994), la idea de contar con él le convenció lo suficiente como para aceptar el encargo de dirigir el filme.
Desafortunadamente, y debido a dos compromisos previos de Carrey los que le llevarían a interpretar "Un loco a domicilio" ("The Cable Guy", Ben Stiller, 1996) y "Mentiroso compulsivo" ("Liar, Liar", Tom Shadyac, 1997), Weir no podría empezar a rodar hasta al menos un año más tarde, pero convencido de la idoneidad del histriónico artista para el personaje, el realizador prefirió esperar antes de tener que lanzarse a la búsqueda de un sustituto.
Con doce meses por delante sin otra cosa que hacer que estar pensando en "El show de Truman" ("The Truman Show", 1998), Weir forzaría a Niccol a reescribir constantemente el guión, un proceso que el guionista repetería hasta doce veces para eliminar tanto el sombrío carácter inicial que dimanaba del mismo, como la acusada vertiente de ciencia-ficción con la que se había caracterizado al tratamiento de la historia, afirmando Weir en su momento que:
Allí donde él [Niccol] era deprimente, yo sería luminoso. Haría que convenciera a la audiencia de que podían pasarse 24 horas al día y 7 días a la semana viendo este show.
Y mientras Niccol pulía el libreto una y otra vez, Weir invirtió su tiempo en crear todo un trasfondo para sus personajes, centrando sobre todo su atención en Christof sublime Ed Harris y en cómo se le ocurría al visionario artista la idea del programa, un programa que, en este ficticio background habría comenzado con la intención de cubrir sólo el primer año de vida de Truman y que, tras su éxito inicial, se había ido expandiendo hasta convertirse en un monstruo con la voluntad de acompañar a su principal protagonista hasta el día de su muerte, coqueteando Christoff con la idea de hacer que, una vez filmada la "primera concepción en directo", el formato se escindiera en dos para seguir a padre e hijo en espacios televisivos separados.
El mundo de Truman
De la docena de procesos de pulido a los que fue sometido el guión de "El show de Truman" uno de los cambios más radicales que introdujo Weir fue el cambio de escenario de Manhattan a una utópica localización que, en su cabeza, se levantaba del mismo modo que Disneylandia, huyendo así de la alargada sombra de los rascacielos de Nueva York para aumentar, con el telón de fondo que supondría Seaheaven, la carga simbólica de la cinta.
Planteándose inicialmente utilizar los platós de Universal para construir el apacible pueblo en el que Truman lleva viviendo desde que nació, sería la esposa de Weir, asistente de producción habitual del director, la que, tras haber leído sobre él en el "Architectural Digest", instaría a su marido a visitar Seaside, un pequeño pueblo de la costa de Florida que había sido creado de la nada en 1981 siguiendo los recién inventados patrones del New Urbanism, un sistema controlado que perseguía recrear el tradicional pueblo americano combinándolo con un ambiente más urbano.
Con las fuertes reticencias iniciales de Robert S. Davis, fundador de Seaside, y de sus habitantes que no veían con buenos ojos el que un equipo de cine irrumpiera de repente en sus sosegadas existencias, sería Edward S. Feldman, productor de la película, el que terminaría convenciendo al mismo de las ventajas que la filmación reportaría a su ciudad, colaborando incluso algunos de los conciudadanos del bucólico enclave como figurantes en el metraje.
Los tonos pastel de Seaside/Seahaven y las particularidades edilicias del lugar fueron los que terminaron marcando el curso estético del filme, tanto en lo concerniente a un vestuario que parece sacado de cualquier ilustración del gran Norman Rockwell, como en la luminosísima y colorista fotografía de Peter Biziou, factores ambos que se suman en un esfuerzo por parte de Weir de acercar a Truman al patrón de James Stewart y a su filme a una estética próxima a Frank Capra.
"El show de Truman", obra maestra visionaria
Muchos y muy variados son los motivos por los que "El show de Truman" puede y debe calificarse como una obra maestra del séptimo arte. Y antes de adentrarnos en algunos de ellos que no todos, tampoco es cuestión de cansar a vuesas mercedes el que quizás sea más relevante es la capacidad de asombro que la cinta sigue generando visionado tras visionado, desplegando con cada nuevo acercamiento valores que hasta entonces no se habían apreciado y devolviendo al espectador cada minuto de su metraje como una experiencia única e irrepetible que, con el paso del tiempo, seguirá mutando hacia nuevos horizontes.
Dicho esto, y entroncando en el análisis de los ejes temáticos de Weir de los que he venido hablando desde que comenzara el especial, el que aquí llama más poderosamente la atención de todos mucho más que el hecho de que en esta ocasión la inserción del extraño en una sociedad que le es ajena sea la del propio espectador en el artificioso mundo de Seahaven es aquél que queda personificado en la demiurgica figura de Christof, un personaje con el que Weir se acerca a los mismos postulados que erigió para el Ellie Fox de "La costa de los mosquitos" ("The Mosquito Coast", 1986).
Imbuido de un carácter divino que ya viene indicado por su nombre y que el filme refuerza cada vez que puede esos planos finales de las nubes rasgadas por rayos solares son de lo más elocuentes, Christof es el creador de un mundo sin mácula que controla hasta el último aspecto de la misma manera que Harrison Ford pretendía hacer con ese paraíso abocado al fracaso que era Jerónimo, pero que finalmente se le irá de las manos por mor de la indomeñable y curiosa naturaleza de Truman, un Jim Carrey en estado de gracia que, en el mejor papel de cuántos ha interpretado en su carrera, olvida casi todas sus muecas y aspavientos para dar un recital interpretativo acorde con la maestría que exuda de cada minuto de metraje visualizado por Weir.
Haciendo gala de una visionaria inventiva que, como decía antes, sigue sorprendiendo tres lustros después del estreno del filme, Weir no se amilana ante el reto de imaginar un mundo en el que mediante cinco mil cámaras se controla hasta el último detalle de la vida del inconsciente protagonista, colocando su objetivo en los lugares más insospechados un botón, la radio del coche, un sacapuntas eléctrico para dotar así del mayor verismo posible a este relato de anticipación que es "El show de Truman".
Un relato que, plagado de sutilezas visuales que inciden de nuevo en las simetrías que tanto gustan al cineasta australiano, queda marcado asimismo por las magníficas elecciones musicales genial el momento del reencuentro en el puente, con Philip Glass haciendo un inesperado cameo, la transparencia narrativa, la soberbia labor de todos y cada uno de sus intérpretes maravillosa Laura Linney y, sobre todo, por los niveles de lectura con los que director y guionista caracterizan el transcurso de la acción.
Detengámonos momentáneamente en ellos antes de cerrar la entrada ya que lo que Weir y Niccol consiguen aquí es digno de admiración, pudiendo distinguirse hasta cuatro escalones en los que la percepción acerca de lo que se está viendo es radicalmente diferente. Para empezar tenemos el nivel de Truman, el ignorante protagonista de ese simulacro de vida que es el show resulta especialmente doloroso el momento en el que Christof se refiere a la caída del primer diente de su estrella como "un capítulo". A continuación están los espectadores de "la serie" en el mundo del filme, aquellos que participan activamente de la aberración construida alrededor de Truman y para los que Weir guarda sus críticas más ácidas ese demoledor y significativo plano final.
Trascendidos los dos primeros niveles, encontramos en tercer lugar a Christof, un creador que manipula a su antojo tanto a Truman como a las emociones de los espectadores y no hay mejor escena que, de nuevo, la del reencuentro para darse cuenta de hasta que extremos llega el director del programa; y, por último, nos encontramos nosotros, conscientes como somos desde el primer momento de la desproporcionada farsa que es todo lo que vemos y únicos participantes de la propuesta que cuentan con toda la información.
A riesgo de parecer reiterativo, insisto en que, al hablar de "El show de Truman", el discurso debe hacerse plenamente consciente de estar ante uno de los mejores filmes que parió la industria cinematográfica y lo dejo así, sin innecesarias acotaciones de geográficas durante la década de los noventa, una cinta que se convirtió rápidamente, y por méritos que van mucho más allá de lo que aquí hemos tan sólo arañado, en la cumbre indiscutible de la trayectoria de Peter Weir hasta aquél momento. Una cumbre que, cinco años después, Truman se vería obligado a compartir con un tal Jack Aubrey.
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Críticas a la carta | "El show de Truman" de Peter Weir

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Que opina usted? Críticas a la carta | Adaptation. El ladrón de orquídeas, de Spike Jonze - 10/05/2013 13:07:41

" Vuelvo a tener suerte con la sección "críticas a la carta". Lucía era la encargada de hablaros sobre "Adaptation. El ladrón de orquídeas" ("Adaptation", Spike Jonze, 2002) el título más votado por vosotros en los comentarios de la anterior entrega pero mi compañera está muy ocupada con la preparación del viaje a Cannes y me quedé con la tarea. Llevaba años queriendo volver a ver este segundo trabajo como realizador de Jonze y este artículo ha sido una excusa afortunada.
Es curioso cómo recordamos a veces las películas representadas por escenas, frases o imágenes sueltas que pueden estar distorsionadas y las redescubrimos al volver a verlas tiempo después. Quizá por mi defensa del discutido talento de Nicolas Cage reducido ya prácticamente a un chiste lo que me había quedado de "Adaptation" era el excelente trabajo del actor encarnando a los Kaufman, y también recordaba que el tramo final me pareció aburrido. No ha cambiado mi valoración de ambas cuestiones pero sí mi visión o experiencia del film, un inspirado retrato de una crisis personal y creativa, además de una lección de humildad para todos los que nos dedicamos a escribir en especial, guiones.
"Adaptation" arranca con un fondo negro y la voz en off de Cage interpretando a Charlie Kaufman, alter ego del célebre guionista ganador del Oscar por "¡Olvídate de mí!" ("Eternal Sunshine of the Spotless Mind", Michel Gondry, 2004) que escribió este film y el anterior de Jonze, "Cómo ser John Malkovich" ("Being John Malkovich", 1999), cuyo rodaje aparece recreado aquí para presentar al protagonista, un hombre tímido, inseguro y nervioso, que recibe el encargo de escribir la adaptación al cine del libro "The Orchid Thief" ("El ladrón de orquídeas"), de la periodista Susan Orlean aquí Meryl Streep. Exactamente lo que hace el verdadero Kaufman en este film.
Se establece así un divertido juego metalingüístico que llega hasta los títulos de crédito, donde figuran como guionistas Charlie y Donald Kaufman, un ficticio hermano gemelo que da a Cage la posibilidad de lucirse, dejando claro que cuando está motivado y controlado con habilidad, supongo puede ser un actor tan diestro como cualquiera. Donald quiere seguir los pasos de Charlie y a lo largo de la película asistimos al proceso de escritura de su primer libreto, un thriller absurdo plagado de clichés. El giro final un psicópata con personalidad múltiple puede dar pie a pensar que Donald es asimismo fruto de la imaginación del protagonista, un recurso para lidiar con la soledad y los actos que le causan vergüenza como hablar con Orlean.
Mientras Donald avanza sin problemas con su texto y su vida, Charlie sufre un bloqueo que le impide iniciar el trabajo, al tiempo que es rechazado por todas las mujeres que desea debiendo recurrir a la fantasía para satisfacer sus impulsos. Quiere ser fiel a la obra y escribir una película sobre flores, sobre lo maravillosas que pueden ser atención al último plano, sin caer en los tópicos del cine de Hollywood, pero no encuentra la manera de hacerlo; desesperado, llega a pedir consejo a uno de esos gurús que odia, Robert McKee encarnado por Brian Cox. El tercer acto, con Donald al mando, cumple con todos los lugares comunes y los elementos convencionales sexo, acción… que Charlie había procurado evitar.
La broma tiene gracia pero el tramo se hace algo pesado a la persecución le falta brío y creo que podría haberse exprimido mejor la burla de las fórmulas más cómodas y gastadas. Es la parte más floja de una película cautivadora que habla sobre la escritura, el cine, la adaptación (cinematográfica y vital), las pasiones y las decepciones que alteran nuestra vida, donde brilla el ingenio del guion, los efectivos trucos visuales uno llega a creer que Cage ha sido duplicado y la convicción de un magnífico reparto; Chris Cooper ganó un merecido Oscar por su versión de John Laroche, el trágico y carismático especialista en peces, orquídeas y porno en Internet. Os dejo el tráiler por si queréis recordar imágenes o escenas, pero no recomiendo que pulséis "play" sin haber visto antes la película.

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Es Noticia, Las mejores películas de parodias - 05/05/2013 5:26:16

" El prestigio de las películas de parodias tiende a brillar por su ausencia, algo comprensible si nos fijamos únicamente en títulos tan lamentables como "Virgen y culpable a los 41" ("The 41-Year-Old Virgin Who Knocked Up Sarah Marshall and Felt Superbad About It", Craig Moss, 2010) o "Date Movie" (id, Jason Friedberg y Aaron Seltzer, 2006). Sin embargo, a lo largo de la historia del cine ha habido no pocas parodias que han merecido la pena y que sería una pena que acabasen sepultadas por subproductos en los que la calidad brilla por su ausencia o el muy irregular aluvión de cintas de este estilo protagonizadas por el inefable Leslie Nielsen.
Títulos tan diferentes entre sí como "El baile de los vampiros" ("Dance of the Vampires", Roman Polanski, 1967), "Aterriza como puedas" ("Airplane!", Jim Abrahams, David Zucker y Jerry Zucker, 1980), "Héroes fuera de órbita" ("Galaxy Quest", Dean Parisot, 1999) o "Black Dynamite" (id, Scott Sanders, 2009) demuestran que es un subgénero en el que uno puede encontrar buenas comedias si sabe dónde buscar. Yo he querido aprovechar el reciente estreno de la endeble "Scary Movie 5" ("Scary MoVie", Malcolm D. Lee, 2013) para hablaros de las que considero que son las mejores películas de parodias de la historia.
"El jovencito Frankenstein"
Mel Brooks rodó multitud de parodias en sus años de apogeo artístico, pero ninguna de ellas se acerca al nivel conseguido con la estupenda "El jovencito Frankenstein" ("Young Frankenstein", 1974). EL propio Brooks escribió junto a Gene Wilder, también protagonista de la función, esta aproximación cómica a la famosa novela de Mary Shelley en la que tuvieron el buen gusto de no confiar todo a una sucesión de gags muy inspirados en su gran mayoría, eso sí, sino que también cuidan el desarrollo de la historia. Un personaje tan emblemático como el de Igor es la guinda del pastel de una de las mejores comedias de la historia. Brooks intentó repetir la fórmula muchos años después con "Drácula, un muerto muy contento y feliz" ("Dracula: Dead and Loving it", 1995), donde el mítico Leslie Nielsen sustituía a Wilder, pero el resultado final estuvo muy lejos de igualar a "El jovencito Frankenstein".
"Un cadáver a los postres"
Neil Simon creó varias obras de teatro que él mismo adaptó con éxito en su salto a la gran pantalla. "La extraña pareja" ("The Odd Couple", Gene Saks, 1968) quizá sea el título más recordado por los cinéfilos, con "Descalzos en el parque" ("Barefoot in the Park", Gene Saks, 1967) en una cercana segunda posición. Sin embargo, su parodia a los relatos detectives con whodunit incluido en "Un cadáver a los postres" ("Murder by Death", Robert Moore, 1976) es una comedia maravillosa y bastante sutil algo inhabitual en este tipo de cine que no recibe toda la atención que merece. Con un grandísimo reparto Peter Sellers, Alec Guinness, Peter Falk, Truman Capote y muchos más dando vida a personajes claramente inspirados en famosas figuras, tanto literarias como cinematográficas, de estas historias. Su algo alocado desenlace es lo único discutible de esta pequeña joya.
"Zombies Party"
La excesiva presencia de los zombies en la gran pantalla en los últimos años también ha dejado espacio para que haya varias parodias a su alrededor. He tenido muchas dudas a la hora de decantarme entre la poco conocida "Fido" (id, Andrew Currie, 2006) y "Zombies Party" ("Shaun of the Dead", 2004), pero la cinta de Edgar Wright se ha llevado el gato al agua. Sin echar mano de excesos innecesarios, "Zombies Party" prefiere la sencillez a la hora de homenajear a muchas otras películas, siendo el carisma del dúo formado por Simon Pegg y Nick Frost lo que acaba por convertirla quizá no en una comedia desternillante tampoco pretende serlo, pero sí en un gran entretenimiento con el que también puedes echarte unas cuantas risas durante su visionado.
Crítica en Blogdecine: Cine en el salón. "Zombies party (una noche…de muerte)", sobre vivos y demás entes sin pulso
"Tropic Thunder"
Ben Stiller ya se había hecho una parodia muy estimable del mundo de la moda con "Zoolander" (id, 2001), pero se superó a sí mismo con la estupenda "Tropic Thunder" (id, 2008), un acercamiento en clave de humor a las constantes del cine ambientado en la guerra de Vietnam no faltan los homenajes a títulos clave como "Platoon" (id, Oliver Stone, 1986) o la seminal "Apocalypse Now" (id, Francis Ford Coppola, 1979). Sin embargo, Stiller no se conformó con eso y simultaneó la comedia bélica con una desternillante crítica al modus operandi de Hollywood, desde el absurdo abuso de las secuelas hasta el ejecutivo pasado de vueltas interpretado por Tom Cruise. Y además con un Robert Downey Jr. en estado de gracia que protagoniza varios momentos impagables de una de las mejores comedias de los últimos años.
Críticas en Blogdecine:
"Tropic Thunder", Zoolander cogió su fusil
"Tropic Thunder", una película muy perra
"Agárralo como puedas 33 y 1/3: El insulto final
Habrá quien se lleve las manos a la cabeza al haber seleccionado esta película como la mejor comedia paródica en la que ha participado Leslie Nielsen, pero dejad que me explique. No niego que me reí más con "Aterriza como puedas" la primera vez que la vi, pero he revisionado ambas en multitud de ocasiones y es la última aventura cinematográfica del teniente Frank Drebin la que mejor los ha resistido. Ya mencioné lo brillante que sigue resultando toda la parte de la película ambientada durante la entrega de los Oscar al hablaros de las secuelas mejores que sus primeras entregas, pero es que antes de eso también es una comedia hilarante en la que la gran mayoría de sus gags y en "Agárralo como puedas 33 y 1/3: El insulto final" ("Naked Gun 33 1/3: The Final Insult", Peter Segal, 1994) sí se tiende a la sobreacumulación de los mismos son tronchantes.
"La vida de Brian" y "Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores"
Con los Monty Python me ha sido sencillamente imposible decantarme entre "La vida de Brian" ("Life of Brian", Terry Jones, 1979) y "Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores" ("Monty Python and the Holy Grail", Terry Gilliam y Terry Jones, 1975). En ambas hay un arsenal de gags que deja en ridículo a casi todos los humoristas de nuestro tiempo, aguantando a la perfección repetidos visionados. La innecesaria escena de los extraterrestres de la primera y el algo brusco desenlace de la segunda es lo único que juega en su contra, pero yo he aprendido a amarlas por igual y sigo partiéndome de risa con momentos como la lapidación de "La vida de Brian" o los caballeros que dicen Ni de "Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores". Imprescindibles por igual.
Crítica en Blogdecine: Críticas a la carta | "La vida de Brian" ("Monty Python"s Life of Brian")
¿Estáis de acuerdo con mi selección o echáis en falta algún título que, según vosotros, debería haber estado sí o sí en esta selección de las mejores comedias paródicas de la historia? Yo reconozco que tuve dudas sobre la conveniencia de incluir o no a "South Park: Más grande, más largo y sin cortes" ("South Park , Bigger, Longer & Uncut ", Trey Parker, 1999), así que finalmente decidí dejarla fuera de la lista. Ahora os toca a vosotros.
En Blogdecine | Películas para morirse de risa

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Interesante, Críticas a la carta | A quemarropa, de John Boorman - 23/02/2013 8:51:50

" La década de los sesenta fue, para el cine, una época de transición, de relevo generacional y de búsqueda de nuevas potencialidades narrativas y técnicas. En ese aspecto, "A quemarropa" ("Point Blank", John Boorman, 1967), es un film de su tiempo. El clima contestatario que se vivía en aquel momento en Estados Unidos, se extrapoló ,como no podía ser de otra manera, a la naturaleza de los nuevos films que aparecían. La crisis de los grandes estudios, el asentamiento de la televisión, así como la necesidad de evolución genérica, dieron una mayor libertad creativa tanto a directores como a guionistas. Al mismo tiempo, se hizo cada vez más palpable la influencia del cine europeo que, con sus marcados aires renovadores, se convirtió en un referente para toda la industria cinematográfica.
De este modo, una nueva generación de creadores fueron tentados desde Hollywood, que padecía de la rigidez de tiempos más gloriosos. El cambio necesitaba de todo el potencial de directores europeos como Peter Yates, Roman Polanski, Milos Forman, Karel Reisz o John Boorman. Ellos fueron algunos de los realizadores que desembarcaron en la meca del cine, en medio de un convulso panorama internacional.
Con la Guerra Fría como telón de fondo, la Guerra del Vietnam y la inminente desaparición de los preceptos de censura que habían imperado hasta el momento, la violencia se abrió paso en el cine a golpe de fotograma. De ello se nutre "A quemarropa", que muestra la agresividad de una nueva versión del sector criminal, con unos renovados personajes que recuerdan más a unos ejecutivos que velan por los intereses de sus corporaciones, en este caso, de la esquiva "organización".
El film noir, como vía expresiva y de estilización visual, fue uno de los géneros que experimentó una mayor transformación durante esta época. Si bien se considera, estrictamente, a "Sed de mal" ("Touch of Evil", Orson Welles, 1958) como la última película de cine negro, muchas de sus características esenciales fueron transformándose y adaptándose a una nueva estética y a una evidente tendencia iconoclasta por parte de los cineastas del momento. Este film de John Boorman, junto con "Bullit" ("Bullitt", Peter Yates, 1968) posteriormente o, de modo más evidente, "Código del hampa" ("The Killers", Don Siegel, 1964), son claros e ineludibles referentes de esta evolución. El neo-noir, que entronca también con el thriller, fue el término con el que se clasificaron estas películas y que sirvió para encumbrar un estilo que, periódicamente, vuelve a aplicarse.
Durante el rodaje en Inglaterra de "Doce del patíbulo" ("The Dirty Dozen", Robert Aldrich, 1967), Lee Marvin entró en contacto con John Boorman, entonces un director británico en ciernes. Éste había trabajado previamente para la BBC y había realizado la película "Catch Us If You Can" (id, John Boorman, 1965) al servicio del grupo pop The Dave Clark Five, en un intento de emular el éxito de "¡Qué noche la de aquel día!" ("A Hard Day"s Night", Richard Lester, 1964). Este realizador llegó a Hollywood, pues, con todo el poso de las vanguardias, auténtica revolución a nivel pictórico, musical y literario. En el cine era la francesa Nouvelle vague, la que encabezaba esta renovación. Su huella en "A quemarropa" es manifiesta, para un film que se observa, con el paso del tiempo, como un experimento o ejercicio estilístico, en el que la historia es justamente un vehículo y no una finalidad.
La cinta toma como base la novela The Hunter escrita por Donald E. Westlake, cuyo pseudónimo fue Richard Stark. Ésta fue la excusa para que Marvin y Boorman pudieran colaborar, algo que mutuamente deseaban y en lo que ambos pusieron mucho empeño. Su trama gira entorno a Walker, al que da vida Lee Marvin, un individuo que busca venganza después de ser traicionado por su entonces amigo y su mujer. La interpretación de Marvin en esta cinta, supone un acto total de deshumanización. Cuál autómata, ejecuta su particular vendetta desprovisto de expresión, como sucede también con el resto de personajes que representan los arquetipos más reconocibles del género del que toman forma. Destacan Angie Dickinson, con quien Marvin ya coincidió en "Código del hampa", así como John Vernon, Carroll O"Connor y Keenan Wynn, como sus principales antagonistas.
Un inicio delirante repleto de continuos y oníricos flashbacks, marca el desarrollo circular de una trama que empieza donde termina, en Alcatraz. Ésta fue la primera película que se rodó dicha prisión, después de su cierre definitivo como centro penitenciario en 1963. El ritmo del frenético montaje inicial, obra del veterano Henry Berman, va pausándose a medida que se manifiesta la futilidad de la venganza del protagonista. No en vano, el personaje de Lee Marvin es el que lleva a la muerte a aquéllos que persigue, pero en ningún caso, irónicamente, es él quien la consuma.
El sexo y el erotismo, por otro lado, también son representados con brusquedad y desapego. Existe un triángulo de relaciones, en más de un sentido. En estas escenas, el ritmo es entrecortado, interrumpido, frustrado. La pistola se convierte en una buscada analogía, como otra forma más de expresión de la violencia que impera en la película.
Los verdaderos personajes son el color y el sonido, en una cinta que persigue claramente el efectismo. El primero está presente no sólo en el entorno y en la iluminación, sino en el vestuario de los protagonistas, que parecen adaptarse a cada escenario, a cada situación. El desarrollo del argumento es también un desarrollo del cromatismo. Su valor sensorial aporta mucho más a la trama que los propios diálogos. Los verdes y los grises al principio, las tonalidades ocres más sensuales con la aparición de Angie Dickinson, pasando por el rojo del apartamento de Mal Reese ,interpretado por John Vernon, como preludio de la violencia que le sobreviene al personaje. Estas transiciones no sólo afectan al espacio sino también al propio Walker, que modifica su vestuario a medida que avanza su periplo.
El uso del sonido, concebido también como elemento transgresor y de ruptura con su utilización clásica, supone una alteración constante del ritmo de la película. El sonido ambiente es repetitivo, estridente y crispado, así como la actuación musical del film en la que el intérprete no canta, más bien chilla. La banda sonora fue obra de Johnny Mandel y es uno de los recursos más singulares de "A quemarropa". Todo ello confiere a la cinta una atmósfera de convulsión, de Fuente Artículo

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