miércoles, 29 de mayo de 2013

el agujero que absorbía el sentido común y el regreso, el infierno se llama LV-426

Noticia, Cine en el salón. El abismo negro, el agujero que absorbía el sentido común - 16/04/2013 4:38:10

" 1975. Se estrena "Tiburón" ("Jaws", Steven Spielberg, 1975), siendo el filme de Spielberg involuntaria primera piedra en la construcción del concepto de blockbuster. 1977. "La guerra de las galaxias" ("Star wars", George Lucas) llega a las pantalla de medio mundo, cambiando la percepción que por aquél entonces se tenía con respecto a la ciencia-ficción y apuntalando de forma definitiva ese tipo de cine veraniego al que después tanto nos hemos acostumbrado con el paso de los años.
En este panorama de películas que batían récords de taquilla encontramos a Disney. Ya apunté en su momento en la entrada que dediqué a "Oz, un mundo fantástico" ("Return to Oz", Walter Murch, 1985) lo perdida que andaba la productora al comienzo de la década de los ochenta y los muchos filmes que durante aquellos años ideó y produjo la compañía con el propósito de abrir mercado más allá del de marcado carácter infantil que había cultivado desde sus inicios. Combinando ese proceso de exploración de nuevos horizontes con los éxitos comentados en el primer párrafo y el directo protagonismo de Roy Miller, yerno de Walt Disney y cabeza visible del estudio en aquellos años, es como podemos empezar a comprender la singular idiosincrasia de "El abismo negro" ("The black hole", Gary Nelson, 1979).
Amén de lo que hemos comentado más arriba, "La guerra de las galaxias" sirvió para que los adolescentes volvieran a interesarse en masa por el mundo del cine, una oportunidad que Disney no podía dejar pasar, poniendo en marcha varios proyectos orientados a tan fundamental edad en el proceso de formación del cinéfilo, de los que "El abismo negro" sería el primero en llegar el primero en ser desarrollado fue la extrañísima "Los ojos del bosque" ("The watcher in the woods", John Hough, 1980) , demostrando de forma temprana que la productora no tenía ni la más remota idea de cómo casar su herencia con las necesidades de aperturismo a las que quería dar respuesta.
Sólo así se explica una cinta que, no es para niños pero lo es, que no es para adultos, pero lo es y que, sí hay algo que no es, es una para adolescentes. Tranquilos, si la anterior frase casi os provoca una aneurisma ya estáis más o menos en la misma situación que me encontré al terminar de revisar una cinta que no había vuelto a ver desde que tenía seis años. Trataré de aclarar el somero galimatías conforme avance en el análisis de tan curiosa producción. Harina de otro costal será que lo consiga.
La idea de partida de "El abismo negro" es bastante simple: una nave de exploración se encuentra, de vuelta a la Tierra, con un agujero negro. Un lugar donde, contra todo pronóstico se dará de bruces con otra nave que se creía perdida y en la que un científico lleva dos décadas investigando la singularidad y contemplando la posibilidad de intentar atravesarla. Con estos mimbres y el evidente potencial de los mismos un potencial que Joseph Kosinski parece dispuesto a volver a explorar en un más que posible remake del filme es en el desarrollo de la historia donde Jeb Rosebrook, uno de los tres autores de la misma, y Gerry Day, guionista con amplia experiencia en el mundo de la televisión, hacen gala de una bipolaridad alucinógena.
Tras unos créditos espléndidos, que conjugan el excelente tema musical compuesto por John Barry ojalá se pudiera decir lo mismo del resto de la banda sonora con unos primitivos gráficos por ordenador, la pobre introducción de los personajes de la Palomino, horrible nombre donde los haya, nos lleva directamente al hallazgo de estos exploradores de la Cygnus, en la que se encontrarán con el Doctor Reinhardt, interpretado por Maximilian Schell. Ya en la elección de los actores comienza a poder percibirse las intenciones de la Disney por llegar a otro tipo de público, en este caso el adulto, encontrando en el reparto nombres como los de Ernest Borgnine, Anthony Perkins o Robert Forster, inusuales decisiones de casting que lastrarán sobremanera el transcurso de la acción.
A las poco convincentes definiciones de este trío se unen las aún peores de la fémina de la cinta, encarnada por Yvette Mimieux, una científica con capacidades extrasensoriales que le ayudan a comunicarse con el robot de la nave (sic), un extraño alivio cómico llamado V.I.N.C.E.N.T que cita a Cicerón en su primera aparición y que, no cabe duda, es la pervertida concesión del filme al público infantil que seguro y tan seguro acudiría a los cines a ver lo nuevo de Disney. A resultas de todo lo anterior, sólo son el Dr. Reinhart, un personaje en el que se fusionan las obsesiones de dos de los capitanes más famosos de la literatura, Nemo y Ahab, y su sádico robot Maximilian los que convencen en el terreno interpretativo aunque en el caso de un robot que no articula palabra esto sea un decir, claro está.
El tránsito de la acción antes del clímax, llevado por la dirección de un Gary Nelson que pone su limitado talento al servicio de los descompensados efectos visuales hay de todas las calidades imaginables, es más o menos convencional; si entendemos por convencional unos diálogos con abundante cháchara tecnológica y apuntes hacia hechos físicos como los puentes Einstein-Rosen que se intentan compensar con momentos como el "pique" entre robots en la sala de juego sí, habéis leído bien, los robots del filme tienen una sala en la que liberar tensiones disparando a bolitas de colores, otra muestra evidente de la desorientación de la cinta que, comparada con las implicaciones que se derivan del final, se queda en agua de borrajas.
(De aquí en adelante, spoilers) Y llegamos al punto álgido de la función, la Cygnus se deshace mientras traspasa el agujero negro y su moribundo capitán es expulsado al espacio mientras lo que queda de la tripulación del Palomino sube a bordo de una nave sonda para intentar salvar sus vidas. Cabe recordar aquí, por si a alguno se le había olvidado, que esto es una película Disney, y que las escalas de grises nunca han sido el fuerte de la productora, algo que la metáfora que se desarrolla a continuación pone de relieve de forma estridente.
Pretendiendo emular la sublime conclusión de Kubrick para su "2001, una odisea en el espacio" ("2001, a space odissey, 1969), los guionistas de "El abismo negro" disertan aquí sobre el cielo y el infierno mediante unas imágenes capaces de dejar atónitos hasta el más preparado de los espectadores: Reindhart y Maximilian se funden en un único ser que se alza en lo alto de una cumbre a cuyos pies arden las llamas del inframundo mientras, por su lado, una angelical figura femenina anuncia el más favorable destino de aquellos que sólo han hecho el bien. No creo que haga falta decir nada más. Por mucho que haya toda una legión de fans que defienden a capa y espada su oscura visión y la adoren como un clásico olvidado, mi postura se inclina más hacia la facilona broma de que si hay algo que absorbió el abismo del título eso fue el sentido común de sus artífices.

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Es Noticia, James Cameron: Aliens, el regreso, el infierno se llama LV-426 - 10/04/2013 0:54:33

" En términos técnicos quizás sea bastante rudimentaria con respecto a las películas de ahora; pero creo que desde el punto de vista narrativo es tan buena como podré llegar a ser.
Unas notas musicales etéreas acompañadas de la marcialidad de unos lejanos tambores dan paso a las fugaces voces de un coro. Un título sobreimpreso en pantalla. Referencias sonoras al adagio del "Gayane" de Khachaturian seguidas de evocadores compases en los metales. Una nave que se mece al ritmo de la música flotando en la vastedad del espacio. Planos interiores que exploran los detalles de la cápsula a la deriva. No hace falta continuar. Lo que sigue es historia viva no sólo del género de ciencia-ficción, sino del séptimo arte. Con su segundo o tercer, según se mire filme, James Cameron se asienta cómodamente en el stardom norteamericano como uno de los mejores realizadores que surgen en los ochenta. Pero el camino hasta el estreno de "Aliens, el regreso" ("Aliens", 1986) no ha sido fácil.
El testigo de Scott
Con todo lo que en estos últimos 34 años se ha dicho respecto a "Alien, el 8º pasajero" ("Alien", Ridley Scott, 1979) no creo necesario hacer mucho hincapié en la suma importancia que la cinta de Scott tiene en el proceso de maduración que un sesgo de la ciencia-ficción cinematográfica sufrió a raiz de la magistral "2001, una odisea en el espacio" ("2001, a space odissey", Stanley Kubrick, 1969) durante buena parte de los setenta el otro quedaría marcado por cierta saga galáctica que todos conocemos, trascendiendo los modelos de la serie B.
Anclado en un realismo que queda patente de forma indiscutible a lo largo de su metraje, el modelo asentado por Scott, que será imitado hasta la saciedad, no es el que Cameron quiere usar para su segunda parte, un filme cuyos primeros pasos se dan durante la preproducción de "Terminator" ("The terminator", 1984), con un tratamiento previo escrito en cuatro días por el cineasta canadiense que será puesto en espera por la Fox ya que, por aquél entonces, todavía no ve viable una secuela de la mítica producción.
Convencidos tan sólo un año más tarde tanto por el éxito de "Terminator" como por las noventa páginas que ha logrado escribir en esos nueve meses de paralización del rodaje de su primera cinta en los que también puliría las imperfecciones del guión de ésta y escribiría el de "Rambo: acorralado parte II" ("Rambo: First Blood Part II", George Pan Cosmatos, 1985), la Fox termina dando luz verde a un rodaje que supondrá una auténtica prueba de fuego para el realizador, demostrando Cameron en su bisoñez que ya era uno de esos pocos directores capaces de crecerse ante las adversidades que terminaron rodeando todos y cada uno de los aspectos de esta producción de modesto presupuesto 18,5 millones de dólares con la que su director romperá moldes.
Las constantes de Cameron
Hablando sobre "Terminator" apunté que Cameron ha ido sustentando la totalidad de su filmografía en una serie de constantes que, con mayor o menor intensidad, calan el mensaje que en última instancia pretende transmitir el director y guionista. Y si en su ópera prima dichas constantes pasaban por contar con el protagonismo de una fémina de fuerte carácter y marcar el desarrollo del relato con una historia de gran repercusión en la trama, en "Aliens" Cameron suma a estas dos un motivo que en "Avatar" (id, 2009) alcanzará su máximo exponente: el mal derivado de las corporaciones.
Establecida la heroína de la acción en la cinta de Scott una Sigourney Weaver por la que Cameron tuvo que pelear contra la Fox para conseguir su participación en el filme y que ya quería entonces que su personaje muriera al final y variando la historia de amor hacia una de carácter materno-filial en la que ahondaremos más tarde, "Aliens" postula muy temprano en el metraje su posición con respecto a lo que las corporaciones son capaces de hacer con tal de conseguir un "maldito porcentaje".

Para ello, el realizador se apoya tanto en el personaje de Burke, que dibuja de tal manera que nos cae antipático nada más verlo algo a lo que no es ajeno el espléndido trabajo que realiza Paul Reiser, como en los más que obvios paralelismos que se establecen entre la intervención de los marines en la colonia atados a los designios de la Weyland-Yutani y la Guerra de Vietnam derivada de los intereses de las corporaciones norteamericanas en Asia, una comparación que además incide en cómo los sistemas coloniales han sido a través de la historia el vehículo idóneo para desarrollar dichos intereses.
Con otros detalles del desarrollo de la acción subrayando los paralelismos anteriores la prepotencia de los marines con sus grandes armas siendo aplastada por una fuerza de tecnología muy inferior es otra clarísima referencia a Vietnam , y el firme propósito de firmar una secuela digna enfocada "más al terror que al horror", James Cameron concreta en "Aliens" el que quizás sea el filme más redondo de su trayectoria, acercándose cuando así lo necesita a la imaginería de su predecesora los primeros planos que vemos en el interior de la SULACO; la reproducción en el tercer y eliminado rollo de la cinta de la atmósfera del filme de Scott pero estableciendo al mismo tiempo toda una nueva iconografía que, en muchos casos, se sitúa por delante de la "Alien".
La tensión…al límite
Ya en "Terminator", Cameron se tomaba su tiempo para elevar la tensión en el respetable hasta la escena en el "Tech Noir", momento en el que por fin se muestra de forma clara quién es quién y secuencia a partir de la cual el ritmo de la cinta se mueve en continuo crescendo. En dicho título, la ruptura que establecía un antes y un después en el devenir de la acción tenía lugar transcurrida una media hora de metraje, un tiempo que, considerando como cánon el montaje del director de "Aliens" único que muestra las intenciones reales del realizador para con el filme se ve multiplicado aquí por dos.
No es hasta la hora y doce minutos de proyección que todo lo que el cineasta ha ido construyendo con una presentación de personajes ejemplar que será siendo marca de la casa de aquí en adelante y un planteamiento como secuela que funciona a la perfección, explota ante la atónita mirada de un espectador que, tras haber clavado las uñas en los reposabrazos, es transportado ahora por un mayestático espectáculo de adrenalina desatada.
Encarnado en una hora y veinticinco minutos articulados a través de cinco secuencias que ponen de relieve la absoluta y temprana maestría de Cameron a la hora de plantear y ejecutar secuencias de acción, es también en el rescate de los marines por parte de Ripley donde el personaje adopta su dimensión completa, jugando el cineasta a transferir el poder de aquél que lo tiene por naturaleza, el militar, a aquella que debe ostentarlo por las iniciativas que toma y las decisiones que adopta, creando de esta forma el guión a la perfecta heroína.

Hasta ese momento, el realizador ha jugado a placer con el espectador, estableciendo las necesarias relaciones con la mitología creada por Scott en la primera entrega de la saga a este respecto resulta muy llamativa la conexión que se establece entre los atuendos casuales de Parker y Brett con los personalizados complementos de los uniformes militares que lucen los marines, ambos orientados a romper con los estándares futuristas de la ciencia-ficción y cimentando, mediante dos de las escenas que no llegaron a las salas de cine, las constantes de su cine que aquí aparecen.
La primera de dicha escenas, eliminada a instancias de la Fox que justificó su sustracción para optimizar el número de pases diarios que la cinta podía tener en las salas sirve para contextualizar la fuerza con la que Ripley adoptará el papel materno con Newt; mientras que la segunda, que Cameron quitaría por petición de Gale Ann Hurd productora del filme y esposa en aquellos momentos del director, nos acerca a las ambiciones corporativas y sirve, además, de precisa explicación acerca de la aparición de los xenomorfos en la colonia.
Con la importancia que ambas tienen de cara a establecer firmemente el contexto en el que se mueve el guión, resulta incomprensible la afirmación de la Fox de que su desaparición así como la de la secuencia de las armas dron del montaje definitivo respondía a la notoria incapacidad de Cameron para arrancar la acción cuando, precisamente, el interés del cineasta se mueve en términos de establacer dos partes bien diferenciadas que, en perfecto equilibrio de tensión/acción, ayuden a componer un todo magistral en el que cada céntimo de dólar es exprimido al máximo en la pantalla.
¡¡Aléjate de ella…puerca!!
Volvamos para finalizar a esa hora y veinte minutos que deberían ser la envidia de cualquier filme de acción de tres al cuarto de los que se estrenan hoy en día, semana sí, semana también y que pasa por esas cinco secuencias que, decía antes, articulan la segunda y soberbia mitad de "Aliens".
Al adrenalínico rescate en el APC puntualizado de forma inmejorable, como el resto de la cinta, por el temazo compuesto por James Horner que sólo tuvo dos semanas para escribir la totalidad de una música que después fue destrozada en la mesa de montaje le sigue, con cierto respiro intermedio, la secuencia del ataque de los facehuggers en el laboratorio, fotografiada con precisión por un novato Adrian Biddle que saca un partido envidiable de la ambientación que aportan los aspersores de agua y las luces rojas de emergencia.
Tras éstas, el envite final sin descanso que comienza con el ataque de las hordas de aliens al cuartel general con la frenética huida por los túneles de ventilación una secuencia capaz de poner en jaque a los nervios del más pintado; sigue en la crispante incursión de una Ripley armada hasta los dientes en el nido de la reina alien, todo un dechado de virtudes desde el punto de vista narrativo con el que Cameron logra atenazar al público en su butaca, y culmina en el enfrentamiento final entre las dos madres de la historia.
Con un montaje soberbio que Ray Lovejoy colaborador de Kubrick en "2001" y "El resplandor" ("The shining", 1980) entregó tras dos días encerrado en el estudio de edición, la lucha que Cameron pone en pie, y que comienza con una de las frases más míticas de la historia del cine, es la conclusión idónea a una película ejemplar: en una esquina, el exoesqueleto depurado de aquél que ya vierámos en su "Xenogénesis"; en la otra, el espectacular diseño de la reina; en el centro, un cineasta que no necesita nada más para revestir el enfrentamiento de un espectacular tono épico derivado de la significancia que la escena reviste tanto para Ripley, como para un público que en el mejor de los casos habrá invertido cuatro horas y media las dos de "Alien" y las dos y media del montaje definitivo de ésta de su vida para asistir al que sin lugar a dudas era el cierre perfecto de una saga que nunca hubo de continuar.
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Interesante, La conspiración, la naturalidad de Robert Redford - 15/12/2011 16:34:42

" En la selección de hombres clásicos aventureros que hice para la gente de L"Oréal incluí al actor Robert Redford por su naturalidad frente a una cámara, principal característica de sus interpretaciones. Curiosamente su carrera como director ha ido más o menos en la misma dirección, y hemos comprobado que lo que es válido para la actuación tal vez no lo sea para la dirección. Con esto no estoy intentado decir que Redfrod sea un mal director, ni muchísimo menos; sus películas poseen un aspecto formal bastante logrado, y su pulso narrativo parece beber de las fuentes que bebían realizadores como Sydney Pollack, algo lógico y muy coherente dada la relación de Redford con dicho director, que dicho sea de paso, no arriesgaba demasiado en sus películas. Lo mismo que Redford, que con el paso de los años, se revela como un realizador perfectamente conocedor del medio, pero sin apenas fuerza, alma o el término que más se ajuste a la sensibilidad de cada uno.
En el caso de su penúltimo trabajo tras las cámaras recordemos que ya se encuentra filmando una nueva película, "The Company You Keep", con un reparto espectacular, "La conspiración" ("The Conspirator", 2011) termina resultando un film que no es mejor ni peor que las demás películas del director, con la excepción de su ópera prima, "Gente corriente" ("Ordinary people", 1980), todavía su mejor trabajo. En él establece una relación entre un drástico hecho del pasado de la historia de los Estados Unidos el asesinato de Lincoln y hechos más recientes de igual importancia, concentrándose en el posterior juicio a los principales sospechosos, hecho no demasiado aireado. Redford, lejos de resultar polémico, es sutil, quizá demasiado. Y es que muchas veces, el no mojarse a fondo tiene sus consecuencias.
"La conspiración" sigue el típico esquema de esta clase de películas, todo con un buen pulso narrativo, sin estridencias, sin sorpresas, sin alardeos, sin remarcar absolutamente nada. Para introducirnos al personaje central tenemos un prólogo ambientado en la guerra de secesión, en el que queda muy claro el carácter de Frederick Aiken (James McAvoy), un hombre del Norte orgulloso de su nación y que es capaz de sacrificarse por el bien del prójimo. Algo que tendrá su sentido, cuando tras el asesinato del presidente Linlcoln, Aiken se vea obligado por su mentor papel a cargo de un magnífico, como siempre, Tom Wilkinson a defender a Mary Surratt (Robin Wright), la dueña de la pensión en la que el asesino, John Wilkes Booth, y sus compinches conspiraron para asesinar al presidente. El deber, el sentido de justicia, la moralidad, la conveniencia, el hambre de venganza y demás cuestiones se pondrán en tela de juicio, nunca mejor dicho.
La mayor parte de la película es precisamente ese juicio, en el que Aiken irá descubriendo que no hay suficientes pruebas para aplicar la pena máxima, la muerte, a la acusada, y que todo el proceso no es más que un teatro montado para el único fin de sentenciar a los sospechosos, sean culpables o no. La necesidad de venganza de un pueblo que estaba recomponiéndose, y semejante acto no puede quedar impune aunque para ello hay que crear una farsa. Redford plasma sin demasiada pasión, y sí con mucha corrección, la diferencia entre ley y justicia, y la cantidad de demagogia que puede llegar a hacerse con tal de implantar la ley, una ley que no pertenece como debiera al hombre, sino a unos pocos que la aplican dependiendo de los intereses, sin importar demasiado si está bien aplicada o no. ¿A alguien le suena esto?
No es difícil encontrar esa comparación con la actual situación política de los Estados Unidos, y Redford hace bien en no cargar las tintas, pero creo que el mensaje no llegará a muchos por falta de fuerza, sin mencionar que el hacerlo a través de un episodio pasado en la historia de país es una decisión que tiene más de segura que arriesgada. Por otro lado a pesar de la excelente ambientación atención al trabajo de fotografía de Newton Thomas Sigel, una muy académica banda sonora, obra del habitual Mark Isham, y un trabajo actoral más que decente, "La conspiración" no pasa de ser un film ejemplar a nivel técnico. Un tema tan peliagudo como la injusticia o las trampas que se aplican a la hora de ejecutar la ley, requería de una mayor entrega por parte de su director, que parece conformarse con no ser malo.
James McAvoy realiza una de sus mejores interpretaciones, ese abogado que en un principio es reacio a defender a Mary Surratt porque se encontrará solo ante el peligro, pero que poco a poco irá comprendiendo que hay cosas más importantes que la sagrada ley, que parece querer enterrar la verdad, aquella que los hombre íntegros buscan siempre a pesar de los muros levantados contra la misma. Robin Wright demuestra lo que ha madurado como actriz y que de los tiempos de "Santa Barbara" nadie se acuerda bueno, yo sí, pero ese es otro tema, mientras que secundarios como Kevin Kline, Tom Wilkinson y Danny Huston ponen toda la carne en el asador. De Justin Long prefiero no hablar, afortunadamente sale poco y su cara de desubicación es antológica. En cualquier caso "La conspiración" ofrece todo un recital de buenas interpretaciones, algo que ya les gustaría a muchas otras películas. Una pena que sin ser mala, subrayo, no se quede en la memoria.
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Farandula y Espectaculo del Peru y el Mundo

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