viernes, 4 de abril de 2014

Añorando estrenos: El dilema de Michael Mann y ficción: La invasión de los ladrones de cuerpos, de Don Siegel

Información: Añorando estrenos: El dilema de Michael Mann - 10/02/2014 12:06:14

" No fue hace mucho cuando esperábamos ansiosos un estreno de Michael Mann, uno de los mejores directores estadounidenses de la actualidad aunque ahora se haga de rogar bastante su última película data del 2009, y la próxima, "Cyber", es para el año que viene. La década de los 90 fue la mejor de un director que, como muchos, empezó en televisión, medio en el que consiguió bastante prestigio al ser el productor y principal impulsor de la serie "Corrupción en Miami" ("Miami Vice", 1984-1990), y en el que realizó "Corrupción en Los Ángeles" ("L.A. Takedown", 1989), que luego reharía para la pantalla grande con su monumental "Heat" (id, 1995), obra maestra del thriller que colocaría a Mann en una posición de prestigio envidiable.
Cuatro años después y repitiendo con Al Pacino en la mejor etapa de su carrera, Mann regresó con la que considero es su mejor película, "El dilema" ("The Insider", 1999), que adapta un artículo periodístico que a su vez recoge el drástico hecho de un hombre enfrentado a una poderosa empresa de tabaco afectada por desvelarse ciertos secretos que atañen a la salud pública. Un caso real que Mann, al lado de Eric Roth, dramatiza convenientemente para el cine permitiéndose ciertas licencias en pos de una obra absolutamente redonda y en la que sobresale un Russell Crowe sustituyendo al inicialmente previsto Val Kilmer inolvidable en el que muy probablemente sea el mejor papel de su carrera. Nominada a siete Oscars en su momento no recibió ni uno, pero el paso del tiempo no hace más que mejorarla.
"El dilema" es el culmen del estilo de Mann, obsesionado por los formulismos más vacuos en films precedentes no exentos de ideas muy interesantes que luego se ahogaban en un esteticismo que era insuficiente, tal es el caso de "El torreón" ("The Kept" 1983), por ejemplo. La presente nos ofrece de nuevo una de esas historias de un hombre, normal y corriente, enfrentado a una poderosa empresa que le hará la vida imposible si viola su contrato de confidencialidad, y que para su lucha contará con el apoyo del productor de uno de los programas de televisión de mayor audiencia del país, en el que le invitará a relevar toda la verdad que descubrió cuando trabajaba para la tabacalera. No es la historia del típico héroe que lucha contra las adversidades de una sociedad y un sistema podridos, de hecho el personaje central no es ningún ejemplo a seguir. Problemático con su carácter y aficionado a la bebida, posee incluso un pasado feroz en el que abandonó a su primera mujer cuando ésta cayó enferma.

Con la cámara siempre pegada a sus personajes, sobre todo al cogote cuando decide enfocarlos desde atrás, una fotografía obra de Dante Spinoti en su mejor colaboración con Mann y dicho sea de paso, sin duda el mejor trabajo de fotografía de su carrera, marcando una conexión, obra del Mann, of course, con la psique de los personajes y su estado de ánimo, y una música más que acertada de Lisa Gerrard y Pieter Bourke, Mann se centra sobre todo en la relación entre los dos personajes centrales, un hombre que debe ponerse a trabajar como profesor un trabajo muy por debajo de sus posibilidades, pero que le acerca a la humildad más llana, y un productor televisivo que ve cómo su palabra, que es ley allá a donde va, se rompe por intereses económicos. Dos historia en una, la de Wingad (Crowe), que se queda literalmente solo ante el peligro, ante la vida impagable secuencia en el hotel, en la que todo alrededor de Crowe se distorsiona para dar paso a una visión de sus dos hijas, despidiéndose. El personaje perdiendo lo más importante que ha creado.
Y apenas carga las tintas en dicha historia apartándose de los tópicos, aunque evidentemente algún lugar común hay ya que la originalidad se perdió hace tiempo por causas más que evidentes. Ante esa cámara que se acerca con brutal precisión a sus protagonistas se mueve un Russell Crowe, que convenientemente engordado y maquillado para parecer mayor, da todo un recital, en su mirada podemos apreciar la impotencia de aquel que conociendo una terrible verdad no sólo no puede hacer nada para combatirla, sino que puede perderlo absolutamente todo, y también vemos en un prodigio de contención, esa gran satisfacción cuando la entrevista es emitida, una satisfacción que significa la prueba de haber hecho lo correcto, el verdadero sabor de boca y verdadero triunfo de su batalla, y algo sobre lo que navega toda la película con varios personajes dudando en tomar una dirección u otra.
Con Bergman pletórico Al Pacino, muy lejos del histrionismo que le solía caracterizar en muchas de sus películas Mann se permite el lujo de cuestionar y rendir tributo al mismo tiempo al llamado cuarto poder, el de la prensa imagino esta película hecha hoy día, y las redes sociales no habrían estado libres de una más que salvaje crítica, al fin y al cabo, el film versa sobre periodismo de verdad, no sobre impostores, y ya de paso rememorar, salvando las distancias "El cuarto poder" ("Deadline , USA", Richard Brooks, 1952), apasionante film sobre la profesión y los problemas a la hora de publicar ciertas cosas, temas que desde entonces hasta ahora, pasando por el trabajo de Mann, siguen de rabiosa actualidad.

Uno de los logros más grandes del film es crear una tensión única alrededor del personaje de Wingad atención a la secuencia nocturna en el campo de golf, continuamente en peligro, y sobre el que las amenazas de muerte van tomando forma poco a poco en peligro latente a veces invisible es realmente soberbio ver a Michael Gambon dar vida a una especie de villano imposible de detectar, rostro de la tabacalera que se ha rica matando a millones de personas poco a poco, como el consumir de un cigarrillo, de la misma forma que se consumen los títulos de crédito iniciales, también el enfrentar dos modos de vida totalmente diferentes, el de Wingad y Bergman, que se hacen amigos en medio de la tormenta personal del primero. Una amistad bien palpable en las reacciones de Bergman ante su jefe, y unidos por Mann en secuencias como la de la conversación telefónica que lleva a Bergman a meterse en el mar buscando cobertura. Quizá una metáfora algo evidente, para conseguir cosas hay que mojarse de verdad, pero introducida de forma casi inapreciable en el relato.
"El dilema", a pesar de que está basada en hechos reales, no ofrece concesiones con facilidad. Su final, el que todos con un mínimo de cerebro esperan, no está servido con un sentido de la épica o glorificación de la decisión de emitir una entrevista que pondrá en jaque a una tabacalera, sino que, como el resto del film, se basa en pequeños detalles, y en este caso son los rostros de muchos de los implicados, directa o indirectamente. Una batalla ganada dentro de una guerra imposible de ganar y que condena a sus dos protagonistas al olvido entre otras cosas. El profesor seguirá impartiendo clases dentro de su aburrida existencia, solo, y el productor dejará el trabajo porque la palabra que da a sus fuentes es lo más importante que existe en el mismo. Dos palabras verdades cuestionadas por un mundo cruel, imparable y mentiroso, retratado por un Mann fiero y decidido, seguro de sí mismo.
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La noticia Añorando estrenos: El dilema de Michael Mann fue publicada originalmente en Blogdecine por Alberto Abuín.

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Que opina? Ciencia-ficción: La invasión de los ladrones de cuerpos, de Don Siegel - 05/09/2013 3:42:37

" No comprendieron que el filme trataba sobre ellos mismos: sólo eran legumbres vivientes.
Don Siegel
Si bien mi compañero Alberto seguirá ofreciéndoos durante un tiempo diversos acercamientos al cine de ciencia-ficción de la década de los cincuenta, "La invasión de los ladrones de cuerpos" ("Invasion of the Body Snatchers", Don Siegel, 1956) sirve al que esto suscribe como última estación del género en la que me detendré antes de entrar en los dos siguientes lustros. Y no podía hacerlo de otra manera que no fuera acercándome con gran respeto y mayor fascinación, a una de las obras maestras por antonomasia del género de ciencia-ficción que nos ha legado el séptimo arte; un filme adscrito a las muchas parábolas de carácter anti-maccarthysta que tantos demonios exorcizaron durante aquellos convulsos diez años y que, con maestría y coherencia extremas, transita durante sus precisos 80 minutos desde el cine fantástico al campo de la ciencia-ficción, caminando por las veredas del thriller y culminando su viaje en las muy aterradoras fronteras de las horror movies.
Serializada originalmente en 1954 en el "Colliers Magazine", "The Body Snatchers" servía al escritor Jack Finney para plantear una peculiar historia de invasiones extraterrestres que en su formulación ya había quedado previamente configurada en ese pequeño clásico del cine de ciencia-ficción de los años cincuenta que es "It Came from Outer Space" (id, Jack Arnold, 1953): construido sobre un texto de Ray Bradbury, el planteamiento de la suplantación mediante perfectos duplicados era la base sobre la que se desarrollaba un filme que, por las razones que fuera, no llevaba la idea hasta las últimas consecuencias que aquí sí se alcanzarán por mano de la alegoría mediante la que se postula el libreto de Geoffrey Homes.
El novelista, que tuvo la desdicha de figurar entre aquellos que formaron parte de las listas negras elaboradas por el comité del senador McCarthy y que firma aquí bajo seudónimo inyecta al relato original unas resonancias metafóricas planteadas pero no explicitadas en el texto de Finney, encontrando el libreto en la singular fuerza de las imágenes de Don Siegel el apoyo último para servir como vehículo de denuncia acerca de la caza de brujas, acrecentando el expresionista carácter de las composiciones que vemos a lo largo del metraje el paranoico talante de la narración que, sobre el esquema de la historia serializada y las primigenias intenciones de director y guionista, se encontró la imposición un prólogo, una voz en off narradora y un epílogo que acotan el grueso de la trama.
(Pequeños, sí, pero spoilers a fin de cuentas) Ésta arranca, pues, introduciéndonos a un fuera de sí Miles Bennell, doctor en una pequeña población llamada Santa Mira que, de regreso de un congreso, comienza a notar extraños comportamientos en sus pacientes de siempre, sospechando que algo está pasando en el pueblo que lo vio nacer cuando algunos de ellos le trasladan que sus parientes cercanos padres, madres, tíos no son los que eran. El escepticismo inicial ante tales actitudes será apoyado por la búsqueda de una explicación lógica y científica que las justifique, que dará paso finalmente a que el personaje interpretado espléndidamente por Kevin McCarthy descubra horrorizado que el pueblo está siendo tomado poco a poco por copias exactas de sus conciudadanos y que el origen de todo proviene de unas extrañas vainas capaces de clonar a cualquier criatura viviente. (Fin spoilers)
Cuando rueda "La invasión de los ladrones de cuerpos", Don Siegel no era considerado más que un eficaz artesano firmante de una significativa ópera prima titulada "The Verdict" (id, 1946), protagonizada por Sydney Greenstreet y Peter Lorre, que después se había entretenido en irregulares producciones de diversos géneros. Pero tal percepción acerca de los talentos cinematográficos del cineasta cambiaría radicalmente con las potentes propuestas visuales que el director lograría poner en pie en uno de los títulos más significativos de su trayectoria.
Y como mejores ejemplos de lo que Siegel consigue a lo largo del metraje de este filme, valgan dos ejemplos que ilustran a la perfección tanto el talento vertido por el cineasta como el motivo por el cual esta pequeña producción de serie B, cuyo presupuesto final fue de unos modestísimos 382.000 dólares, siempre seguirá teniendo la consideración de pilar fundamental para la precisa comprensión de la historia de la ciencia-ficción en el séptimo arte.
(Si antes eran pequeños, ahora los spoilers serán considerables) Habiendo creado un clima de tensión cada vez más insoportable, la cinta va centrando su atención de forma paulatina en los personajes de Miles y Becky, interés amoroso del doctor, los únicos que se resisten a ser suplantados y que, en última instancia, se convertirán en objeto de una incesante persecución por sus antiguas amistades y conocidos, que no pueden permitir que nadie escape del pueblo para poder avisar de lo que allí está sucediendo. Logrando burlarlos al amparo de una antigua mina, Miles se separa momentáneamente de Becky creyendo escuchar el canto de voces humanas, un mero espejismo que, a su regreso, le reserva el mayor de los horrores, la transformación de su amada.
No he explicado que la clonación por parte de las semillas espaciales, esas vainas diseñadas con gran imaginación por parte del equipo artístico del filme, depende en última instancia de que los clonados descansen en brazos de Morfeo, aunque en el filme nunca se nos explique que pase con los originales en el relato original ésto se resuelve convirtiéndolos en polvo. Y si hasta el momento en el que nos encontramos, la cinta ha mostrado el proceso de transformación como algo paulatino, la decisión de Siegel de cara a la escena que nos ocupa deja al descubierto ese horror al que ya he hecho más de una referencia durante la entrada: engarzando de forma magistral planos y contraplanos de ambos personajes, el director usa la elipsis de una forma asombrosa para que el paso de humano a copia tenga lugar en un cerrar y abrir de ojos, siendo el espectador consciente de lo que acaba de suceder gracias la combinación entre lo expresivo del rostro de McCarthy y la inexpresividad del de Dana Wynter y a un montaje que sólo puede ser calificado de virtuoso.
Heredera directa de esta secuencia, es aquella que precede al epílogo y que, en el montaje inicial de Siegel era desazonadora conclusión de la cinta: abriéndose con un picado sobre la autovía que circunda Santa Mira, Siegel sigue al doctor Benell mientras trata de avisar a los incautos conductores del peligro que les acecha tras descubrir que uno de los camiones que casi lo atropella lleva en su parte trasera un cargamento de vainas destinadas a expandir esta "epidemia" incurable. La alternancia entre planos generales, medios y primeros planos del desencajado semblante del personaje central siguen sirviendo a la cinta para sembrar el pánico y el terror en el espectador por muchos años e incontables visionados que hayan transcurrido desde su estreno.
No cabe duda de que esta conclusión, que se apartaba totalmente del forzado happy ending imaginado por Finney en su relato, servía muchísimo mejor a los propósitos de Siegel y Homes que el que Allies Artists y Walter Wanger, productora y productor, obligaron a filmar al cineasta cinco meses después de la finalización del rodaje, un final bastante más complaciente con el público que, no obstante, no es capaz de restar eficacia a la pesadilla en la que hemos estado inmersos y que tanto capturará la imaginación de posteriores generaciones de cineastas que llegarán a rodarse hasta tres tratamientos diferentes sobre la idea, siendo el mejor de todos ellos aquél que ocupará este espacio una vez lleguemos en el ciclo a la década de los setenta.
Otra crítica en Blogdecine
"La invasión de los ladrones de cuerpos", obra maestra de la ciencia-ficción
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La noticia Ciencia-ficción: La invasión de los ladrones de cuerpos, de Don Siegel fue publicada originalmente en Blogdecine por Sergio Benítez (http://www.blogdecine.com/autor/Sergio%20Ben%C3%ADtez).

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Que opina? Alfred Hitchcock: Enviado especial - 28/05/2013 10:40:03

" Tras el rodaje de "Rebeca" ("Rebecca", 1940), que se convertiría en un gran éxito, Alfred Hitchcock fue contratado por el productor Walter Wanger productor que empezaría a finales de los años 20 de la mano de los hermanos Marx y terminaría su carrera con la megaproducción "Cleopatra" (id, Joseph L. Mankiewciz, 1963) para realizar un film de espionaje con claras connotaciones de antinazismo muy en la línea de numerosas películas que se hicieron al respecto y antes de que los Estados Unidos entrasen en la Segunda Guerra Mundial. Un thriller con cierto aire propagandístico en su tramo final y que el maestro intenta evitar en todo momento. No obstante el hecho de ser un thriller hizo que se etiquetase el film como de serie B, acepción que aún sigue recibiendo a día de hoy.
Como el propio Hitchcock explicaba el thriller no era bien considerado en USA, al contrario que en Europa, y las películas eran tratadas como de segunda categoría. Sin ir más lejos, un actor como Gary Cooper rechazó el personaje central porque no le apetecía trabajar en un film pertenciente a un género tan menospreciado, siendo sustituido por Joel McCrea, actor de segunda fila si lo comparamos con alguno de primera fila de hoy podríamos hasta decir que es el mejor actor del mundo, que aunque está simpático en su rol, Hitchcock consideraba que le faltaba garra. Para el personaje femenino quería a Barbara Stanwyck o Joan Fontaine, algo a lo que se negó el productor David O. Selznick debido probablemente a las desavenecias que tuvo con el director británico en el rodaje de su primer film estadounidense.
(From here to the end, Spoilers) "Enviado especial" parte de una premisa en la que un corresponsal americano es enviado a Europa para que informe de la inminente contienda mundial, viéndose en medio de una intriga de espionaje en la que agentes nazis intentan conseguir un importante secreto de un político holandés que conoce una denominada cláusula secreta que es de una vital importancia. El McGuffin tan conocido en las obras de Hitchcock y que a él le hacían mucha gracia, pues eran excusas argumentales muchas veces sin importancia pero que provocaban situaciones llenas de fuerza que era lo que realmente le interesaba al director. El del film que nos ocupa recuerda sobremanera al de "Alarma en el expreso" ("The Lady Vanished", 1938) con la cancioncilla silbada, mcguffin que provoca además una serie de acontecimientos en los que se ve envuelto John Jones (McCrea).
Efectivamente la trama en sí requiere de la consabida suspensión de incredulidad, pero si alguien era capaz de burlar a los que él llamama "nuestros amigos los verosímiles" ese sin duda era Alfred Hitchcock, llenando las más de dos horas de duración con varias set pieces llenas de ingenio, suspense y acción, pero sobre todo revelando un nervio para la puesta en escena pocas veces visto. Por algo Hitchcock es quien es. De la elegante secuencia del falso asesinato del político holandés el momento de los paraguas, con la cámara siguiendo al asesino, es una maravilla por lo que deja ver entre líneas: las apariencias engañan, cualquiera puede ser el asesino pasamos al final de una delirante persecución que culmina en un momento de una tensión irrepetible, aquel que se produce en el interior de un molino cuyas aspas giran en cierto momento al revés para dar una señal a un avión inteligente detalle muy en la línea de Hitchcock, un elemento discordante en un ambiente cotidiano. Jones se mete en el molino evitando en todo momento por los agentes que tienen allí secuestrado al verdadero político holandés. Algo tan disparatado se logra con una planificación y uso de la cámara soberbios.
En "Envado especial" hay espacio para todo, historia de amor un tanto convencional pero efectiva, aventuras a todos los niveles, e incluso humor. Con el personaje encarnado por Edmund Gwenn, actor muy cercano a la comedia, y con el que los agentes nazis intentan deshacerse de Jones ya van varias veces que llamo al personaje por el apellido, y subrayo lo que quiero decir: un aventurero apellidado Jones y enfrentado a nazis ¿no os suena?, pues en dichos instantes el film combina con envidiable pericia humor y suspense; puede que los intentos de asesinato hacia Jones parezcan cómicos e incluso rayen lo inverosímil, parece hecho adrede para burlar dicha verosimilitud, algo que Hitchcock consigue de nuevo con la planificación y el montaje, y que alcanza su punto más alto en la set piece final, aquella que ocurre a bordo de un avión que es derribado el mismo mía día que se declara la guerra. La labor de Hitchcock al lado de la de William Cameron Menzies obran el milagro.
El accidente está filmado desde la cabina donde están los pilotos y en el momento del impacto el director no corta el plano. El realismo lo consiguión poniendo una tela sobre la que proyectar las transparencias tras un tanque de agua que llegado el momento se hace explotar, la tela se rompe sin ser apreciado y el agua llena el avión. Sencillo, efectivo y de un impacto que no han conseguido efectos visuales más avanzados por una sencilla razón: Hitchcock utiliza la técnica al servicio de la tensión. El clímax de la historia sucede en alta mar en lo que parece un precedente de "Náufragos" ("Lifeboat", 1944), cerrando Hitchcock la tensión entre los tres personajes "enfrentados", Jones, la mujer a la que ama y el padre de esta, en realidad el jefe de los agentes nazis, interpretado por un soberbio Herbert Marshall en lo que también parece anticipar el personaje de Claude Rains en "Encadenados" ("Notorious", 1946), quien elige la forma más digna y valiente de redimirse del mal que ha hecho: salvar la vida a los supervivientes del accidente tirándose al mar debido a que el sobrepeso es un problema.
"Enviado especial" fue nominada a seis Oscars, incluyendo mejor película aunque la labor más importante, la que eleva el film a lo que es, un extraordinario relato de aventuras, se quedó sin nominación. El siguiente trabajo del maestro sería una de las películas más extrañas de su filmografía, con la maravillosa Carole Lombard encabezando el reparto, y que se enmarca dentro de un género con el que Hitchcock sólo coqueteaba, la comedia.
Por cierto, años más tarde Gary Cooper se acercó a Hitchcock y al respecto de su negativa por el papel de "Enviado especial" le dijo: "la cagué ¿verdad?"
Especial Alfred Hitchcock
"Alarma en el expreso"
"Rebeca"

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Consulte Información en Farandula: Actriz Elizabeth Olsen y En Hollywood
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