
Que opina? Cómic en cine: X-Men, de Bryan Singer - 11/03/2014 2:00:38
" Comenzamos hoy en este especial de cómic en cine un nuevo siglo, y a la vista de lo que nos encontraremos en las próximas semanas empezando por las tres entradas que ocuparán nuestra atención hoy, mañana y pasado mañana podríamos afirmar casi sin temor a equivocarnos que la entrada en el s.XXI trajo aires muy renovados al mundo del noveno arte a 24 fotogramas por segundo, encontrando por fin una respuesta precisa y, sobre todo, continuada, en una gran pantalla que no sabía el aluvión de adaptaciones y traslaciones que se le venía encima.Tanto es así que, por ofreceros unas cifras que arrojen una idea aproximada de lo que estamos hablando, hasta la semana pasada, y tras haber transitado por las seis décadas que van desde los años cuarenta hasta el final de siglo, este especial había cubierto la nada desdeñable cantidad de cuarenta y cuatro producciones diferentes. Un total que sobrepasará el doble en los catorce años de centuria que han discurrido desde el año 2000 y que habla, de forma indiscutible, de la desaforada fiebre que en Hollywood, y aledaños que no todo nos ha llegado desde costas estadounidenses, despertó el efecto milenio en lo que a cómics se refiere.
De Stan Lee a Chris Claremont
Tratar de resumir en unas pocas líneas cincuenta años de trayectoria editorial es casi imposible. Y es que se podría decir que, en las cinco décadas y un año que casi han transcurrido desde aquel mes de septiembre de 1963, la historia de los hombres y mujeres X ha dibujado una línea paralela a la evolución no ya de la Casa de las Ideas, que también, sino a los gustos de los lectores, trazando un universo tremendamnte complejo e intrincado con un lenguaje propio al que no siempre ha resultado igual de apasionante acercarse.
Como decía, 1963 fue el año elegido por Stan Lee y Jack Kirby para parir el primer número de los "X-Men" una serie que, como mucho del cómic de superhéroes ideado por la mítica pareja de autores, se hacía eco de las problemáticas sociales del momento en este caso los movimientos civiles afroamericanos y que, ya en su primer ejemplar, introducía a unos héroes que se han convertido en bastión inconfundible de Marvel: Cíclope, Jean Grey, el Hombre de Hielo, el Ángel y la Bestia, un grupo encabezado por el profesor Xavier que se enfrentaba en sus páginas de inauguración a Magneto.
De inmediato éxito, como ya había ocurrido con "Spider-man", "Los 4 Fantásticos" y, aquél mismo mes de septiembre del 63, con "Los Vengadores", los "X-men" fueron perdiendo de forma paulatina lustre en el transcurso de la década que los vió nacer hasta que el tándem formado por los legendarios Roy Thomas y Neal Adamas volvieron a colocarlos en primera fila durante un breve espacio de tiempo que, aún así, terminó siendo un espejismo, cancelando Marvel la serie en su número 66, fechado en 1970.
Cinco años tendrían entonces que pasar para que la Casa de las Ideas se decidera a retomar las aventuras de los mutantes en una colección llamada a convertirse en toda una institución del noveno arte: con el guionista Len Wein y el dibujante Dave Cockrum al frente de esta nueva singladura, Marvel tiraba la casa por la ventana de mano del "Giant Sized X-Men", un número que introducía a nuevos miembros de diferentes países en la alineación tradicional de la serie y que sentaba las bases para una recuperación espectacular en las ventas.
Una recuperación que se convertiría en auténtico fenómeno cuando, ese mismo año, dos británicos desembarcaran en las páginas de la serie para ponerla patas arriba y llevarla a la gloria. Sus nombres, Chris Claremont y John Byrne, sus números, una de las tres mejores etapas que cualquier cabecera protagonizada por hombres y mujeres X haya conocido jamás. En los años que ambos pasarán al frente de "X-Men", se sentarán de forma definitiva muchas de las bases de las que aún hoy siguen bebiendo las aventuras de los mutantes, conformando su trabajo una lectura que poco ha envejecido en los más de treina años que han transcurrido desde su publicación.
Y ninguna muestra mejor que la afamada "Saga del Fénix Oscuro" para hablar de las formas en las que ambos autores conquistaron a miles de lectores a ambos lados del charco: planteada a lo largo de casi cuatro años, la introducción de la entidad Fénix que poseía a Jean Grey y la eclosión de los terribles poderes a ella asociados, así como las increíbles y asombrosas consecuencias que el uso de éstos tendrán para los mutantes sigue resonando hoy con igual fuerza y continua siendo objeto de estudio por parte de aficionados de todo el planeta.
La explosión de la franquicia mutante
Habiendo pasado a conocerse del número 138 al 139 como "The Uncanny X-Men" un nombre que aquí se tradujo como esa archiconocida "La Patrulla-X", la serie mutante por excelencia comenzó los ochenta en lo más alto de los puestos de venta de la Marvel, un hecho que la editorial no desaprovechó, utilizando gran parte de la década para aumentar la familia mutante con hasta cinco colecciones diferentes que no hacían sino poner en evidencia que la maquinaria de hacer dinero que eran estos insignes personajes iba a tener mucho que decir en el futuro empresarial de la editorial.
Tanto es así que, ya en los noventa y más concretamente en 1991, Marvel se sacó de la manga un as que revolucionó a la industria: arrancó de nuevo la cabecera mutante colocando al frente a Claremont y a uno de los artistas más "hot" del momento, un Jim Lee del que ya hablamos en su momento en la entrada de "Spawn" (id, Mark A.Z. Dippé, 1997) y, con su nuevo número uno, los "X-Men" batieron todos los récords de ventas habidos y por haber, consiguiendo el honor de ser el cómic más vendido de la historia según el libro Guinness.
Y aunque quizás no cabría esperarlo de tamaño comienzo, los noventa, y una alocada proliferación de las series mutantes y de los macroeventos llamados a cambiarlo todo para siempre para dejarlo en realidad más o menos como estaba demostraron que todo era artificio, y la calidad de la franquicia comenzó a descender a través de sagas tan recordadas por los aficionados, y no para bien precisamente, como "La era de Apocalipsis" u "Onslaught", dando pie esta última al "Heroes Reborn" que casi se carga el universo de la Casa de las Ideas. Pero eso, como suele decirse, es otra historia…
El salto al cine
Mientras los cómics se vendían como rosquillas y la serie de animación de los mutantes triunfaba en la pequeña pantalla, la voluntad de conseguir dar el salto al cine era una que llevaba diez años dando bandazos de aquí para allá. Ya a finales de los ochenta, Stan Lee y Chris Claremont habían mantenido conversaciones con James Cameron para que se hiciera cargo de la traslación a celuloide de los hombres y mujeres X, pero el interés de éste por sacar adelante su frustrado proyecto de "Spider-man" y la quiebra de Carolco, provocaron que los derechos de los personajes revirtieran a Marvel.
Y mientras ésta pensaba en convencer a la Columbia para que los adquiriera, el inesperado éxito de la serie de "dibujitos" que emitía Fox Kids hizo que la 20th Century Fox se interesara por el potencial cinematográfico de unos personajes que hasta entonces, y como ya comentamos en su momento, sólo habían conocido una tímida aproximación que no llegó a nada. Resuelta pues a ser la responsable de poner en pie la primera producción de los "X-Men", la Fox adquirió los derechos de los personajes a través de Lauren Shuler Donner.
Comenzaba entonces estamos hablando de 1994 un proceso de escrituras, revisiones y reescrituras de guión que, arrancando en Andrew Kevin Walker, pasaría por nombres como John Logan, Michael Chabon, Joss Whedon o Christopher McQuarrie hasta terminar en las manos de David Hayter, el guionista que firmaría el libreto final con gran ayuda, no acreditada en última instancia, del responsable del libreto de "Sospechosos habituales" ("The Usual Suspects", Bryan Singer, 1994), siendo el realizador de este magnífico filme el que, tras varios dimes y diretes, terminó aceptando la responsabilidad de dirigir la primera entrega de la franquicia mutante cinematográfica.
"X-men", pistoletazo de salida
Una franquicia que, catorce años después y con siete producciones a sus espaldas si contamos, por supuesto, con el esperadísimo regreso de Singer de mano de esos "Días del futuro pasado" que veremos este verano ha demostrado que, importando poco la desigual calidad de lo que tengan a bien ofrecernos, Fox no está dispuesta a que los derechos de los personajes vuelvan a la casa de dónde salieron, algo que, por otra parte, los aficionados al cómic agradeceríamos sobremanera ya que nos permitiría, por ejemplo, ver un cruce entre mutantes y Vengadores que podría ser asombroso.
Sueños más o menos imposibles al margen, volvamos a 1999, año en el que daba comienzo el rodaje de una cinta que había tenido un proceso de pre-producción algo atribulado, ya sea por los muy diversos movimientos que se produjeron en el reparto Lobezno iba a ser originalmente interpretado por Russell Crowe y después por un Dougray Scott que abandonó el barco a tres semanas de comenzar la filmación o por el hecho de que, tras poner en barbecho Spielberg la producción de "Minority Report" (id, 2002) en favor de "Inteligencia artificial" ("A.I. Artificial Intelligence", 2001), la Fox necesitara de un estreno fuerte para el 2000 y restara seis meses del planning inicial de Singer.
Sea como fuere, "X-men" (id, 2000) llegaba a nuestras pantallas en octubre del primer año del milenio o el último del anterior milenio, según quiera verse pasando a convertirse en un gran éxito de taquilla que amasaba casi 160 millones de dólares en Estados Unidos y cerca de 300 a nivel mundial, dando a Fox el pie que necesitaba para poner en marcha las inevitables secuelas llamadas a perpetuar el más que merecido éxito de una producción que debería ser reconocida de una vez por todas como lo que es: uno de los mejores filmes de superhéroes que se han podido ver en la gran pantalla.
Dicho mérito es la precisa conjunción de varios factores que, por supuesto, se sustentan ante todo en un guión que después de tantísimos estadios diferentes por los que pasó en los que hubo lugar para todo, desde la ambición de Walker de sacar a los Centinelas y la Sala del Peligro, hasta lo ideado por Whedon, que fue rechazado por sus fuertes referencias a la cultura popular, sirve de perfecta introducción al universo mutante, planteando de forma sutil y concisa algunos de los temas fundamentales que llevaban años explorándose en las páginas de los cómics.
De entre ellos, qué duda cabe, habría que destacar tanto el sentimiento de aislamiento y alienación que los poderes confieren a los hombres y mujeres X, algo a lo que Hayter y Singer dieron salida a través de la figura de Rogue, el personaje encarnado por Anna Paquin, o la comparación entre Xavier y Magneto con Martin Luther King y Malcolm X, confiriendo el libreto al personaje interpretado por Sir Ian McKellen una identidad similar a la del emperador romano Constantino a través de aquello que sirve de McGuffin a la trama: la conversión de los líderes mundiales en mutantes como vía para que acepten a estos hombres y mujeres nacidos diferentes.
Con todos estos mimbres, está muy claro que aquello en lo que guionista y cineasta se apoyan sobremanera es en la figura de Lobezno, un Hugh Jackman que se convertía en virtud del carismático personaje en una estrella internacional y que conseguía dotar al Logan de la gran pantalla de un carisma a prueba de balas, confiriéndole una personalidad asombrosa que lo hacía, sin lugar a dudas, el atractivo principal del filme algo que la Fox estuvo muy rápida en aprovechar de cara a las sucesivas secuelas y spin-offs dedicados al mutante de las garras de adamantium.
Junto a Jackman, lo mejor que "X-Men" ofrece en el terreno interpretativo descansa, no cabe duda, en dos nombres: Patrick Stewart y Sir Ian McKellen. Como antagonistas que una vez fueron amigos y compartieron esperanzas para con sus congéneres, ambos actores insuflan a sus personajes de un enorme verismo, sobre todo un McKellen que, aunque quizás algo mayor a priori para interpretar a Magneto, concreta un villano cuyas intenciones son perfectamente asumibles por el público, que las acepta como necesarias gracias al trabajo del actor británico.
El resto del reparto no pasa de lo correcto, algo que no reviste importancia alguna gracias a la labor tras las cámaras de un Singer que sabe como sacar el mejor partido posible a lo variado del guión con un ritmo espléndido y una narrativa que mucho le debe en cuanto a clasicismo de formas y claridad de exposición a ese mentor y amigo del cineasta que es Richard Donner, resultando incuestionable el que, tras esa pátina contemporánea que le aportan sus efectos visuales y el diseño de producción, hay una voluntad férrea de hacer cine como dos décadas atrás.
Ese espíritu ochentero latente en el corazón de la cinta que tan bien queda representado en la socarronería del personaje de Jackman subyace también, aunque en menor medida, en la partitura de Michael Kamen músico elegido tras haber tanteado Singer al mismísimo John Williams, un trabajo desigual que cuenta no obstante con un espléndido tema principal y que será una de las últimas composiciones del autor de las músicas de "Los inmortales" ("Highlander", Russell Mulcahy, 1984) o "La jungla de cristal" ("Die Hard", John MacTiernan, 1988) antes antes de su prematuro fallecimiento en 2003.
Aunque se verá superado, y cómo, por una segunda parte asombrosa, "X-Men" debería figurar por derecho propio no ya como el definitivo pistoletazo de salida a la actual fiebre por los cómics en el cine, sino ya lo decía más arriba como uno de los mejores títulos que han salido de ese cercano centenar de propuestas que este siglo XXI nos ha hecho llegar hasta la fecha, muy por delante de lo que normalmente suele atribuírsele a una producción que, desde su estreno, siempre ha sido injustamente menospreciada y puesta en tela de juicio.
Otra crítica en Blogdecine
Bryan Singer: "X-Men"
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Que opina? Ridley Scott: Thelma & Louise, dos mujeres y un destino - 07/03/2014 4:30:21
" Al oir nombrar a Ridley Scott, es muy evidente que los dos primeros filmes que saltan a la memoria del cinéfilo son aquellos que cimentaron su nombre y lo llevaron a unas cimas de las que hoy, más de treinta años después, sigue viviendo. Pero al margen de dichas cintas que no volveré a citar por obvias otras dos o tres son las que terminarían de perfilar lo más granado de la filmografía del británico por motivos que tienen mucho más que ver por la inusitada repercusión mediática de la película en cuestión que por, como es el caso que hoy nos ocupa, su calidad cinematográfica real.Supongo, porque tampoco hay muchas cintas que se adscriban a la descripción anterior, que muchos de vosotros habrán pensado, al leer lo de "dos o tres", en "Gladiator" (id, 2000), "Black Hawk derribado" ("Black Hawk Dawn", 2001) y, cómo no, en aquella producción que apartó la mirada de Scott del proyecto de muy alto presupuesto que se traía entre manos y que decidió el mismo dirigir al considerar que el guión de Callie Khouri que el valoraba como perfecto no admitía los cambios que algunos de los cineastas a los que entrevistó sí querían hacer. "Thelma & Louise" (id, 1991) se convertía así en el séptimo título en la filmografía de Ridley Scott.
Dos actrices en su mejor momento
Quizás esta afirmación pueda parecer algo ligera considerando que, en lo que compete a Susan Sarandon, todavía tendríamos que ver a la espléndida actriz en los papeles de la hermana Helen Prejean o el de Catherine Ames en la reivindicable "Al caer el sol" ("Twilight", Robert Benton, 1998) antes de que se dedicara a meterse en cualquier producción que haya tenido a bien contratarla. Pero en lo que respecta a Geena Davis creo que es casi incuestionable que la ex de Renny Harlin nunca ha estado tan bien como en la piel de Thelma Dickinson.
Motor de los acontecimientos que se van precipitando en el guión de Khouri que, y después pasaré a abundar en ello, considero que está muy lejos de ser perfecto como afirmaba Scott, el personaje al que da vida Davis encuentra en la actriz la definición perfecta de las dos facetas tan dispares por las que transita su evolución, ya sea esta la inocencia a punto de agotarse de una mujer que nunca ha sido del todo feliz, o la determinación última de aquella que sabe que lo que está viviendo bien pueden ser los mejores momentos de toda su existencia.
A su lado, Sarandon da el perfecto contrapunto comedido y centrado, y la sabia combinación de ambas personalidades, que sin duda es lo mejor del trabajo de la guionista en firme contraposición con lo caricaturesco de casi todos los hombres del filme, es lo que probablemente provocó el gran éxito que "Thelma & Louise" cosechó hace veintitrés años, logrando esta road movie colocar a Ridley Scott de nuevo en el punto de mira de crítica y público, algo que los Oscar tuvieron a bien reflejar con el galardón concedido a Khouri y la primera de las tres nominaciones a Mejor Director que ha conseguido el cineasta británico.
"Thelma & Louise", feminismo trasnochado
Y resulta curioso que así sea cuando es "Thelma & Louise" http://www.blogdecine.com/criticas/ridley-scott-blade-runner-el-futuro-era-de-color-noir del realizador de "Blade Runner" (id, 1982): rodada en su gran mayoría de día, con la noche reservada de forma casi exclusiva para dos escenas de tono sexual bien diferentes la una, la que sirve como arranque a la huida de las protagonistas, la otra, la que termina por sellar su destino, no encontramos en las grandes panorámicas de las interminables carreteras o el Cañón del Colorado casi nada de lo que había caracterizado al cine de Scott hasta entonces.
Despersonalizado pues por "exigencias del guión", es llamativo que, al verse obligado a dejar en parte su discurso visual, esta sea la cinta en la que mejor dirección de actores vemos por parte de un realizador al que al que, como hemos dicho ya en alguna ocasión, poco o nada le ha importado a lo largo de su trayectoria como discurran los protagonistas por la pantalla, ocupado como ha estado siempre de dotar a sus cintas de una cuidada atmósfera fruto de una fotografía que, como decía arriba, se naturaliza aquí más que en ningún otro título hasta entonces.
Ahora bien, disquisiciones relativas a la dirección al margen, y volviendo a lo que el guión de Khouri desarrolla, siempre me ha parecido llamativo que "Thelma & Louise" se considere, como lo hará en ciertos círculos "La teniente O"Neill" ("G.I.Jane", 1997), una apología que reivindica a la perfección la figura de la mujer verdadera cuando, tanto en este como en el filme protagonizado por Demi Moore, la definición de los personajes femeninos pasa por acercarlos de forma nada velada a arquetipos masculinos que, en el caso que nos ocupa toman la forma de los fuera de la ley.
Apoyado este discurso en esa elocuente secuencia que envuelve a ambas protagonistas y el conductor de un camión evidente el símbolo fálico del container de carga del mismo, y en la falsa épica, por artificiosa, que acerca el final de la cinta al que dos décadas antes había utilizado George Roy Hill junto a Paul Newman y Robert Redford, lo que al final queda de "Thelma & Louise" es la sensación de que el mito construido alrededor de ella es tan falso como lo es la imagen de la mujer "liberada" que propone y que, finalmente, se queda muy lejos de llegar a construir.
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Que opina? Ciencia-ficción: Solaris, de Andrei Tarkovsky - 01/03/2014 3:06:10
" Si anteayer mi compañero Alberto retomaba por fin actividad en este ciclo de ciencia-ficción y seguía explorando ese inmenso universo que fue el cine de género en los años cincuenta, servidor se dispone a navegar hoy por los océanos de "Solaris" ("Solyaris", Andrei Tarkovsky, 1972), unas aguas que nunca antes había explorado por muy diversos motivos entre los que cabría destacar el hecho de haber sido una de esas cintas tan encumbradas por la crítica más "elevada" que, sinceramente, pocas o nulas eran las ganas de soportar otro filme de arte y ensayo que nada tuviera que ofrecer a alguien con mis inclinaciones cinematográficas.Pero si algo he aprendido a lo largo de mi transitar por el mundo del séptimo arte y, sobre todo, en éste último año que ha transcurrido desde que comencé mi andadura en Blogdecine, es que para poder opinar sobre cine, hay que ver cuanto más cine, mejor, no cerrándose en banda ante propuestas que a priori se alejan de las filias o gustos personales. Esta reflexión, que puede parecer una perogrullada y de hecho lo es, tiene especial incidencia en la cinta que hoy nos ocupa, un filme sobre el que mucho habrá que decir pero que, ante todo, calificaría de fascinante.
Una adaptación muy personal
Dicen los libros de historia del cine que Andrei Tarkovsky decidió rodar "Solaris", el filme de su trayectoria con el que sorprendentemente más a disgusto quedó, por dos motivos fundamentales. Para empezar, la novela del polaco Stanislaw Lem había cosechado muchísimo éxito, y era admirada como uno de los pináculos del género de ciencia-ficción en el país natal del cineasta. Pero el principal era que su anterior producción, "Andrei Rublev" ("Andrey Rublyov", 1966) no se había estrenado en Rusia por motivos religiosos, una historia ésta que, contada de forma completa, daría para un artículo muy extenso.
Sea como fuere, Tarkosvky necesitaba ingresos y la oportunidad de adaptar el relato de Lem supuso el revulsivo que su carrera necesitaba en ese momento. En contacto constante con el escritor polaco, resulta llamativo que, debido a los fundamentales cambios introducidos por el filme con respecto a si texto, el literato terminara renegando de un filme que "nunca llegó a gustarle", como tampoco fueron de su agrado la anterior versión de 1968 firmada por Boris Nirenburg o la que Steven Soderbergh rodaría en 2002 un filme sobre el que ya opinaremos llegado el momento.
Y es que dos son los cambios fundamentales que Tarkovsky ejerce sobre el texto de Lem que cambian casi por completo lo que éste planteaba. Encontramos primero el arranque de la cinta, una larga introducción inexistente en la novela que alude de forma directa a los intereses del discurso del cineasta sobre la importancia de la relación entre el individuo y su entorno y lo trágico que se encierra en la sensación de desarraigo que se producirá en el protagonista cuando deje atrás la Tierra y viaje hacia la estación espacial que orbita ese misterioso planeta que es Solaris.
Pero en esta introducción hay muchas más voluntades que se dan la mano, sirviendo la exposición de la relación entre el protagonista, un Kris Kelvin asombroso en la piel de Donatas Banionis, y sus progenitores, como hilo conductor de mucho de lo que después traslucirá en el grueso del filme a bordo de la estación y de lo que se planteará en esa hipnótica secuencia que da cierre al metraje y abre unas inmensas opciones al debate sobre lo que el discurso de Tarkovsky encierra acerca del alma humana.
Es precisamente en dicho discurso, y en lo que se plantea a bordo de la estación espacial, donde "Solaris" más se aleja de la novela de Lem ya que, mientras que ésta indagaba en la incapacidad del hombre de comunicarse con una inteligencia extraterrestre, y en las implicaciones filosóficas que ello comportaba sobre la naturaleza humana, el interés de Tarkovsky queda perfectamente expuesto en su filme como una exégesis hacia muchas de las constantes que marcaron su cine, ya sean éstas de carácter religioso algo puesto en evidencia desde los créditos iniciales con el uso de la pieza de Bach como existencialistas.
En este último sentido, "Solaris" es un preciso y precioso estudio acerca de la necesidad del ser humano de sentirse amado y necesitado, y lo es a través de una dupla de personajes que conforman la columna vertebral sobre la que se erige todo el relato. De una parte, ese Kris sobre el que sabemos, porque así lo ha expresado su padre al comienzo del filme, que es "demasiado duro", lo que se traduce en una mentalidad dogmática incapaz de recordar cuáles son las razones por las que el ser humano vive y quiere estar vivo, un planteamiento que se verá puesto a prueba, y de qué manera, cuando se vea sometido a la influencia del planeta que da nombre al título.
Ahora bien, si espléndida es la labor de Banionis y su interpretación, como afirma mi compañero Pablo, está más allá del elogio, lo que Natalia Bondarchuk pone en juego es de una dimensión asombrosa. En su papel de Hari, la esposa suicida que la inteligencia detrás de ese planeta viviente que es Solaris devolverá a la vida a través de los recuerdos de Kris, la actriz rusa que curiosamente fue la que le descubrió al cineasta la novela de Lem fusiona patetismo y empatía hacia el espectador con una mirada infinita que la hace acreedora de un etiquetado que se asoma a lo magistral.
"Solaris", la ciencia-ficción como arte
Una película artística despierta en su público emociones y pensamientos, mientras que en el cine de masas con ese efecto especialmente adormecedor e irresistible apaga todas las demás reflexiones y sentimientos para siempre.
Andrei Tarkovsky
Dejando de lado las disquisiciones intelectuales acerca de lo que "Solaris" pone en juego unas disquisiciones inagotables que, volcadas en los último minutos, mucho darían que hablar si así lo quisierámos acerca de ese final que tantas afirmaciones hace sobre el discurso humano de Tarkovsky resulta incuestionable que, a la hora de valorar a la cinta como es debido, uno no puede dejar de lado las innumerables propuestas visuales con las que el ruso reta al espectador a lo largo de los 165 minutos sobre los que se prolonga el metraje.
Unas propuestas que, en íntima comunión con todo lo que hemos hablado más arriba, ofrecen todo un rosario de recursos visuales de una belleza acongojante capaz de enmudecer a aquél que se siente al otro lado de la pantalla, consiguiendo Tarkovsky establecer un nivel de lectura inicial, la que alude a nuestro sentido de la vista, que se complementa con otra de nuestras capacidades cognitivas, el oído el director siempre hablaba del sonido como una componente fundamental en cualquier filme para establecer el punto sobre el que efectuar el salto hacia ulteriores valoraciones.
Y aquí juegan al mismo nivel tanto los inmensos recursos de los que el realizador echa mano, recursos que van desde cambios en la gama cromática hasta la construcción de duales naturalezas vivas y muertas y de éstas últimas mucho sabía el fotógrafo que era el cineasta que parecen sacadas de esas pinturas de Brueghel con las que se pretendía acercar el arte al espectador, como lo que las texturas musicales de Eduard Artemyev instilan a lo largo del metraje posicionándose como un valor irrenunciable a la hora de caracterizar, por ejemplo, todo lo que emana de la personalidad de Hari.
Bien es cierto que su ritmo lento, y la aparente casualidad con la que se introducen algunas secuencias ese paseo en coche por Akasaka, una ciudad japonesa, que se erige en doble metáfora del estado mental del personaje de Berton y del despegue de la nave en la que Kris viaja a Solaris, pueden hacer, y hacen, de "Solaris" un filme del que el espectador de a pie huiría irremisiblemente como de hecho servidor había huido hasta ahora, máxime cuando la componente de ciencia-ficción está reducida a su mínima expresión, alejándose así, por ejemplo, de esa estúpida y reiterada comparación que se le hace con "2001, una odisea en el espacio" ("2001, a Space Odissey, Stanley Kubrick, 1968).
Es obvio que para valorar en toda su amplitud ambos filmes, la preparación del espectador tiene que tocar muchas y muy variadas disciplinas que no se limitan al séptimo arte, pero también lo es el que, como crisol que éste es, asomarse a "Solaris" con una mirada carente de prejuicios y de todo ese conocimiento multireferencial que cualquier crítico cahierista pondría sobre el tapete, valida aún más lo que Tarkovsky pretendía según queda recogido en la cita que podéis encontrar más arriba.
En esa voluntad de aires docentes, la relación maestro-alumno que se establece entre observador y observado es de una atemporalidad espectacular, siendo tanto o más válidas las enseñanzas que el espectador de hoy puede extraer del visionado del filme como aquellas que pudieron hacer las generaciones que lo vieron hace cuatro décadas. Y ahí, en su atemporalidad, y en su hipnótica disposición, residen los mayores valores de una cinta que ya considero de obligado visionado para todo aquél que quiera llamarse amante del cine.
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Información: Ridley Scott: Black Rain, violencia con estilo - 28/02/2014 4:00:13
" Como ya sucediera con los dos filmes que le colocaron en una posición que aún hoy nos obstinamos a que siga manteniendo a pesar de lo mucho que su trayectoria habla en contra de tales deseos, lo cómodo que Ridley Scott se había encontrado en los terrenos del thriller a los que se adscribía aunque ya vimos con qué entidad "La sombra del testigo" ("Someone to Watch Over Me", 1987) fue lo que llevó al cineasta británico a aceptar ponerse al frente de este filme de encargo que, con guión ya cerrado había sido rechazado en última instancia por Paul Verhoeven."Black Rain" (id, 1989) se convertía así en el sexto título de la filmografía de Scott y, en comparación con su inmediato predecesor, supone una cierta recuperación de formas que, no obstante, siguen sin ser capaces de rescatar ni el nervio narrativo ni el pleno talante estético que sus dos mejores cintas habían ostentado, por más que en la que hoy nos ocupa, gran parte de la acción se desarrolle en una Osaka que no oculta sus tremendas similitudes con esa Los Ángeles futurista que habíamos visto siete años antes en "Blade Runner" (id, 1982).
De puntos débiles…
Comparaciones a parte, resulta curioso que a la hora de elegir sus proyectos, Scott siga inclinándose por producciones en las que los protagonistas quedan enmarcados sin ningún tipo de rubor en los arquetipos más sonrojantes, llámense éstos aquellos que, en el caso del presente filme, atañen a los "buenos", interpretados por Michael Douglas, Andy García y Ken Takakura que ya interviniera en ese filme al que "Black Rain" le debe tanto que es el "Yakuza" de Sidney Pollack, o el que corresponde al villano de la función encarnado por Yutsaku Matsuda, un yakuza histriónico, chulesco y psicópata que entronca muy bien con el perfil de los villanos caricaturescos que casi siempre han poblado los filmes de Scott.
Y cuidado, que con esa descripción no quiero menospreciar lo que las némesis de los protagonistas de las cintas del británico ponen en juego en sus respectivas intervenciones algunas memorables sino más bien volver a señalar que, con los intereses del cineasta fijados en los aspectos puramente estéticos del séptimo arte la importancia que Scott reserva a sus personajes es prácticamente inexistente, descansando el mejor o peor funcionamiento de los mismos en las interpretaciones de los actores y en lo que el guión pueda desarrollar.
Tanto es así que el Nick Conklin que Michael Douglas interpreta en "Black Rain", y cuya situación personal y profesional se dibuja con unos trazos mínimos, se aparta muy poco del prototipo de policía de vuelta de todo que en los años ochenta podíamos ver mucho mejor definido en las pieles de Bruce Willis o Mel Gibson, careciendo el que aquí da vida Douglas de la precisa definición que sí podíamos encontrar en John McClane o Martin Riggs sin que, no obstante, ello redunde de forma negativa en un personaje con el que, gracias al buen hacer del actor, resulta fácil simpatizar.
Lo mismo pasa con García y Takakura, dos personajes de aún más parco desarrollo lo de García es de risa que, sin embargo, son objeto de una mirada más cálida de la que Scott suele arrojar sobre sus protagonistas, algo que no sucede ni con Sato ni con esa mujer escaparate a la que da vida Kate Capshaw, un personaje éste que se podría haber eliminado perfectamente del argumento sin que la cinta hubiera sufrido ni un ápice en su funcionalidad.
…y fortalezas
De todas formas, y sabiendo que al acercarnos a un filme del realizador que es objeto de este especial uno no puede pedir mucha profusión en los personajes, donde "Black Rain" no decepciona es en una configuración visual con la que, no cabe duda y como decíamos más arriba Scott intenta acercar posturas para con "Blade Runner", no siendo difícil apreciar en esos neones, en esas humaredas y en esas calles mojadas por la lluvia y fotografiadas de noche las diversas herencias del filme de ciencia-ficción protagonizado por Harrison Ford.
Además, resulta también estimable, aunque habría que preguntarse hasta que punto es un homenaje y no una solución estética más de entre la diversidad que muestra el metraje, el acercamiento en ciertos puntos de la narración al género estadounidense por excelencia; un western que se deja ver de forma temprana en ese casual desenfunde que Andy García hace de su arma en la escena del restaurante y que alcanza su paroxismo en la secuencia de éste y las motos, una escena fundamental en el devenir de la acción en la que quizás se abuse de la cámara lenta pero a la que es difícil cuestionarle su gran efectividad.
Abrazando pues de nuevo la faceta más esteta de su trabajo, Ridley Scott consigue con "Black Rain" huir de la mediocridad en la que había incursionado con su anterior producción, superando los muchos problemas de rodaje que se encontró por el camino casi todos relacionados con la dificultad de filmar en Japón y construyendo un filme de acción más que correcto que fue mejor apreciado en taquilla que el protagonizado por Tom Berenger y Mimi Rogers y que serviría de antesala al abrazo generalizado por parte de público y crítica que recibiría por su siguiente propuesta cinematográfica.
Otra crítica en Blogdecine
Críticas a la carta | "Black Rain" de Ridley Scott
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Información: Her, sentimientos 2.0 - 21/02/2014 6:02:02
" Es muy probable que la aserción con la que voy a abrir esta entrada me granjee algún airado comentario, pero creo que es idónea para poneros en situación acerca de lo que esperaba de lo último de Spike Jonze y lo muchísimo que la nueva propuesta del singular cineasta ha llegado a emocionarme. Y dicha afirmación no es otra que esta: nunca he sentido una atracción especial hacia ninguna de las producciones firmadas por el estadounidense, al menos por aquellas que he visto, que no han sido todas.Así, ni me pareció que "Cómo ser John Malkovich" ("Being John Malkovich", 1999) supiera sobrevivir a su originalísima premisa de partida aunque hay que admitir que la escena de Malkovich dentro de su propia cabeza era antológica, ni encontré en "El ladrón de orquídeas" ("Adaptation", 2002) aquello que muchos allegados mío sí pudieron o supieron ver, y la magia que debería haber dimanado de "Donde viven los monstruos" ("Where the Wild Things Are", 2009) no apareció por ninguna parte en la sala a la que acudí a visionarla.
Con tales experiencias previas, por más que el venir protagonizada por Joaquin Phoenix fuera un punto muy a favor de la producción, y aunque el avance del filme me había cautivado lo suficiente como para picar mi curiosidad, lo que esperaba de "Her" (id, 2013) era otra excéntrica elucubración del cineasta y guionista que exigiera del espectador un complejo procesamiento posterior para poder aprehenderse de lo que en ella se planteaba. En su lugar, empero, me he encontrado con una elocuente disertación acerca del individuo contemporáneo, la soledad, la necesidad del ser humano de compartir sus inquietudes y sentimientos y, por supuesto, aunque creo que es un interés parcial de Jonze, una crítica nada desdeñable a los "peligros" del maridaje entre la tecnología y la rápida evolución que están sufriendo las redes sociales y lo que ambas comportan en la disolución de la identidad.
Todo ello y mucho más es lo que el espectador que acuda a su cine más cercano a ver "Her" va a poder encontrarse, y si algo tuviera que destacar de ese mucho más que completa la fascinante proposición cinematográfica que es el presente título, tendría que hacer referencia irremisible a dos terrenos artísticos en los que el filme se desmarca por méritos propios: sus interpretaciones y la dirección que no el guión, al menos no del todo, como veremos después de un Jonze en pleno estado de gracia que transmite una energía positiva de tal entidad que resulta complicado no contagiarse de ella a lo largo de las dos horas de metraje.
En lo que a los primeros respecta, y admitiendo de nuevo mis simpatías hacia un Joaquin Phoenix que siempre me ha parecido un actor espléndido y para muestra dos botones: el de la escena del parricidio de "Gladiator" (id, Ridley Scott, 2000) o el momento en que su personaje ve el video brasileño en "Señales" ("Signs", M. Night Shyamalan, 2002), he de reconocer que lo que el intérprete pone en juego aquí supera con mucho lo que hasta ahora le había podido ver: la ternura que inspira su personaje sólo tiene parangón con la honda tristeza que expresa su rostro en los momentos iniciales de la acción y la inmensa felicidad que éstos reflejan hacia la mitad de la proyección, cargando el actor en solitario con gran parte del peso de la duración de la cinta y demostrando que tiene sobradas capacidades para lo que quieran "echar sobre él".
A su lado, y destacando la variedad femenina que implican tanto Rooney Mara, como una vitalista Olivia Wilde o, sobre todo, una Amy Adams completamente desmaquillada que se aleja sobremanera de la sensualidad extrema que le vimos hace unas semanas en "La gran estafa americana" ("American Hustle", David O"Russell, 2013), si hay alguien que merece todos los elogios del que esto suscribe esa es Scarlett Johansson, una actriz que nunca me ha parecido algo más que un bello florero pero que aquí despliega con su voz y sólo con su voz un abanico de emociones que sirven de perfecto contrapunto a la contención que sirve de patrón a Phoenix.
La química generada entre los modos interpretativos de uno y las diversas y muy logradas tesituras vocales de la otra son aprovechadas por Jonze para servir de pilar a una dirección que, como decía antes, se erige como valor fundamental que apreciar de entre los muchos estímulos que genera "Her": haciéndose eco visual de la gran variedad de estados emocionales por los que pasa su personaje principal, y apoyándose en una soberbia labor fotográfica del suizo Hoyte Van Hoytema un director de fotografía que ya dejo muestras más que evidentes de su talento en la versión "original" de "Déjame entrar" ("L?t den r?tte komma in", Thomas Alfredsson, 2008), que saca un partido asombroso a la precisa labor de vestuario y de los entornos por los que se mueve la acción, Jonze plantea un trabajo que, sin servir de demérito a todo lo que le hemos visto hasta la fecha, se posiciona como lo mejor que ha rodado el cineasta.
Para finalizar, y por poner una minúscula pega a tanto despliegue de buen hacer y genialidad artística, quizás y sólo quizás le achacaría a la cinta que, después de lo mucho que el guión trabaja para hacer creíble tanto ese futuro no muy lejano que se dibuja ante nuestros ojos y que es plausible hasta límites que dan cierto vértigo como las brillantes formas en las que se fusionan la vertiente de ciencia-ficción de la cinta con la dramática, se deje llevar por lo "esperable" de sus últimos minutos. Ahora bien, que nadie se equivoque pensando que lo que éstos ponen en juego arruina la función o se establecen como un punto de ruptura con lo planteado hasta entonces, ya que son consecución más que lógica de todo lo que se plantea con anterioridad pero, al menos a un servidor, le habría gustado asistir a una conclusión algo menos complaciente y más arriesgada. Con todo, una sorpresa que sobrepasa lo grato y se eleva como uno de los mejores filmes que he tenido la oportunidad de ver en lo que llevamos de 2014.
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Que opina? Ridley Scott: Blade Runner, el futuro era de color noir - 07/02/2014 5:12:14
" De la misma manera que le había ocurrido cuando finalizó el rodaje de "Los duelistas" ("The Duellists", 1977), una vez Ridley Scott hubo abandonado a la Nostromo a su suerte se embarcó en el que a todas luces pretendía que fuera su siguiente proyecto, una ambiciosa puesta en escena del "Dune" de Frank Herbert, una cinta mastodóntica heredera del proyecto que Alejandro Jodorowsky había tratado de poner en pie desde mediados de la década anterior y en la que en un momento u otro estuvieron implicados nombres como los de Moebius, Giger, Peter Gabriel, Dalí u Orson Welles.Pero querría el destino que Scott terminara por desentenderse de un proyecto que terminaría firmando en 1984 el sin par David Lynch en favor de otro que llevaba algún tiempo rondando los estudios de Hollywood en busca de un realizador con la suficiente personalidad como para levantarlo. Y otra cosa no, pero si algo ha podido quedar claro con las dos entregas que hasta ahora hemos hecho en este especial sobre el cineasta británico, es que a Ridley Scott siempre le ha sobrado personalidad, y aunque en primera instancia no se mostró muy interesado por una cinta que parecía seguir la misma línea que las aventuras de Ripley y compañía, la insistencia de Hampton Fancher, el guionista novel que se había hecho con los derechos del relato de Philip K.Dick en el que se basa el presente filme, terminó inclinando la balanza y provocando que "Blade Runner" (id, 1982) se convirtiera en el tercer filme de Scott y, a todas luces, en aquél que serviría para asentar de forma definitiva el nombre del realizador.
Mucho por no decir todo de lo que servidor afirmaba la semana pasada en este mismo párrafo de la entrada correspondiente a "Alien, el 8º pasajero" ("Alien", 1979) es aplicable a "Blade Runner" con la misma intensidad: considerando que a la hora de descubrir los mil y un detalles que rodearon la producción de la soberbia cinta de Scott los cinéfilos tenemos a nuestra disposición ese "Future Noir" escrito por Paul M.Sammon un volumen de cabecera en toda biblioteca cinematográfica que se precie dedicar aquí esfuerzos a reincidir sobre lo mucho que se deriva de la lectura del citado volumen es una opción que ni siquiera he llegado a considerar como sí hice de cara a la crítica de "Alien". En consecuencia, y siguiendo una estructura parecida a la de hace siete días, pasemos a discretizar lo que "Blade Runner" lleva suponiendo desde hace treinta años para generación tras generación de cinéfilos que caen rendidos ante este filme de tan singular belleza.
Espacios urbanísticos del s.XXI
Determinado por la fuerte voluntad gráfica de Syd Mead, un diseñador e ilustrador sin el que "Blade Runner" no sería la misma película, el carácter continuista que Scott da con la caracterización de esa Los Ángeles del año 2019 a los espacios abigarrados y llenos de contrastes que la luz rasgaba en los interiores de la Nostromo es tan sólo la evolución lógica de los intereses visuales del cineasta que, como ya hemos dicho y afirmaremos hasta la saciedad a lo largo de este especial siempre se ha preocupado más de la belleza estética y la expresividad plástica de las imágenes que componen sus producciones que de otros aspectos tan relevantes para el buen devenir de una cinta como la corrección del guión.
Desde esos primeros y fascinantes planos aéreos en los que la urbe se muestra como una factoría, pasando por todos los que el filme dedica a cimentar el aspecto de una ciudad sucia, en la que nunca parece ser de día, la mirada de Scott, su portentosa forma de separar luz de tinieblas se convierte en principal foco de atención de un metraje que contiene imágenes y más imágenes de una belleza arrebatadora que sólo se entienden desde el conocimiento de los intereses del cineasta y sólo se pueden apreciar, hasta cierto punto, prescindiendo del hecho cinematográfico y pasando al pictórico.
El choque frontal que el diseño provoca entre los edificios hiperfuturistas que aparecen en el metraje en especial el de la Tyrell Corporation y aquellos como el Bradbury que, desubicados de su realidad diaria, encuentran nuevas y atractivas perspectivas a las que acomodarse, es el que provoca, junto a todo lo anterior, que "Blade Runner" sea, sin duda, el filme más fascinante de Scott desde una óptica puramente visual, dejándose la piel tanto el cineasta como el equipo de diseño de producción en plagar cada fotograma de una miríada de detalles que, a la manera de Moebius o el citado Mead, insuflan vida propia a las naturalezas muertas de las calles que pisan los protagonistas.
Sonoridades para un mundo oscuro
Seamos francos. Si bien es algo que hasta cierto punto no podría afirmarse de sus cuatro primeros filmes y de uno acerca de cierto romano que ya veremos, la música es un aspecto que Scott nunca ha cuidado con el mismo esmero que las imágenes a las que ésta debe acompañar, y muchos son los títulos de la filmografía del cineasta en los que la banda sonora se limita a servir de mera comparsa al resto de consideraciones artísticas, sin llegar a aportar la necesaria personalidad con la que un buen score es capaz de llegar a caracterizar hasta al más mediocre de los filmes.
Afortunadamente, no es ese el caso que hoy nos ocupa, y si "Alien" no puede entenderse en toda su amplitud sin hacer referencia al magnífico trabajo en los pentagramas que llevo a cabo Jerry Goldsmith, otro tanto pasa aquí con lo que Vangelis llegó a desarrollar para una partitura que, mutilada en la sala de montaje, no llegaría a poder escucharse de forma aislada en toda su plenitud hasta casi una década después por expreso deseo del músico griego: derivado de la grandeza del tema de los créditos finales, el más conocido de la banda sonora y uno de los mejores que Vangelis ha compuesto jamás, a la que se une la que dimana del de amor asociado a Deckhard y Rachel, la música de "Blade Runner" viene a aumentar el halo de ensoñación en el que se arropa toda la proyección, trabajando el compositor con texturas musicales etéreas y una gran cantidad de dispares influencias que funcionan a las mil maravillas en conjunción con el ecléctico mundo imaginado por Scott.
Humanos y replicantes
Interesado como ya hemos dicho más por la vertiente estética de su cine que por cualquier otro aspecto, Ridley Scott siempre ha buscado actores de peso en los que hacer descansar la responsabilidad de sacar adelante los diversos rodajes en los que se ha visto implicado sin tenerlos muy en cuenta, algo que ha le ha generado no pocos encontronazos con sus "estrellas" a lo largo de los años. "Blade Runner" no fue una excepción en este sentido y muchos fueron los problemas que el cineasta tuvo con un Harrison Ford que con su encarnación de Deckard, ese asesino de replicantes retirado y desencantado del mundo que le rodea, lograba apartar de un plumazo la imagen de bravucón y pendenciero que teníamos de él gracias a sus Han Solo e Indiana Jones.
Concretando uno de los mejores papeles que le hemos visto interpretar Ford es, junto a Rutger Hauer quien no se emocione con el monólogo final del personaje de Roy Batty es que tiene horchata en las venas lo mejor que ofrece la cinta de Scott en términos de actuaciones, un aspecto de la cinta que flojea sobremanera en lo que a Daryl Hanna o Sean Young atañe, no generándose entre esta última y Ford la química suficiente para hacer creíble el sesgo amoroso del filme, algo imperdonable considerando la relevancia que tiene tanto en la definición de Deckard como en la conclusión de la trama.
Muchas versiones para una misma película
Vaya por delante que, desde el momento que la ví, hace ya veintidós años, el "Montaje del Director" que Ridley Scott preparó de "Blade Runner" con motivo de su décimo aniversario me pareció una forma como otra cualquiera de vender el mismo caramelo con diferente envoltorio. Es más, el quitar la voz en off de Deckard, añadir el dichoso sueño del unicornio y eliminar el "happy ending" suponía, para alguien que había visto el original incontables veces durante los ochenta, una afrenta similar a si a Michael Curtiz se le hubiera ocurrido cambiar el final de "Casablanca" (id, 1942) haciendo que Rick terminara con Ilsa.
Apreciaciones personales al margen, y con ese "montaje final" editado en 2007 reiterando en las mismas propuestas y corrigiendo incontables efectos visuales, creo que el debate que abren las diversas versiones del filme unas versiones que ya existen desde el momento de su estreno, con un montaje estadounidense sensiblemente diferente al internacional es de una esterilidad notoria: el hecho de que Deckard pueda o no ser replicante por soñar con unicornios o que el final de la acción sea un fundido a negro tras el cierre de las puertas del ascensor varía muy poco la amplitud del diálogo que puede establecerse con respecto a un filme que ya era lo que era en su encarnación original de 1982, no habiéndose alterado la esencia del mismo con añadidos que se comprenden más desde la óptica de negocio del formato doméstico que desde la voluntad de Scott de perfeccionar una obra que, siendo de la época que es, no ha envejecido ni un ápice los efectos visuales de Douglas Trumbull siguen siendo magníficos.
Lágrimas sobre el asfalto
Con las muchas disquisiciones de corte religioso y filosófico que podrían llegar a hacerse acerca de los replicantes, en las que no voy a entrar por ser ésta una crítica cinematográfica, no puedo finalizar sin hacer referencia a lo que desde un primer momento, cuando visioné la cinta con ocho o nueve años, más llegó a llamar mi atención sobre la misma, su marcado carácter de filme noir. No es que con esa edad uno supiera que era el cine negro y cuáles eran sus patrones, pero sí que lo que "Blade Runner" postulaba se alejaba de lo que la ciencia-ficción, un género del que consumía todo lo que se me ponía a tiro, solía ofrecernos por aquellos años.
Jugando con las características clásicas que el género negro había llevado hasta la perfección en la época dorada de Hollywood, en "Blade Runner" encontramos desde una suerte de femme fatale encarnada en Rachel aunque muy lejos quede Young de acercarse, qué digo yo, a Veronica Lake hasta ese héroe Chandleresco que es Deckard, un personaje de cuestionable moral que quedará redimido por el sacrificio de un replicante que, más allá de sus cuestionables métodos, sólo quiere vivir.
Rozando el cielo en esa sublime escena que arranca con "He visto cosas que vosotros no creeriáis…", quizás muchos os estéis preguntando cómo, si no he apuntado casi nada negativo al respecto de la cinta, no he calificado a la misma en similares términos a los que usé la semana pasada para "Alien": el hecho de no tachar a "Blade Runner" de Obra Maestra tiene mucho que ver con la firme creencia de que el guión de David Peoples no funciona a las mil maravillas como si lo hacía el de Dan O"Bannon, y el que, por mucho que sea algo que le va al metraje como anillo al dedo, el ritmo de éste decaiga en no pocos momentos. Dichos lastres no comportan una relevancia suma, pero son suficientes como para dejar al tercer filme de Ridley Scott en un sobresaliente más que merecido al que, desafortunadamente, el cineasta tardará en volver a acceder.
En Blogdecine | Algunas magias de "Blade Runner"
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